El irlandés: “Escuché que pintabas casas”

Diciembre 2019

Mabel Salinas

La Nación

Cuando Martin Scorsese presenta a Frank Sheeran (Robert De Niro), éste es ya un anciano decrépito atado a una silla de ruedas en un hogar para adultos mayores. Él será el narrador que, mediante el uso de voz en off, nos introducirá a su pérdida de inocencia e incursión en el ámbito de los cotos de poder. Al poco tiempo de iniciada su travesía le preguntan si su ocupación es pintar casas. No se refieren, sin embargo, a la clásica actividad con brocha y cubeta, técnica de embellecimiento de las paredes.

Se trata de otro tipo de decoración. Una mortífera, sanguinaria. La acción de pintar casas se refiere a la danza del vuelo de sesos, pectorales u otras partes del cuerpo que dejan una pared impregnada de un rojo cobrizo. Es, básicamente, ser un sicario a domicilio. Frank pasa, entonces, de ser un vendedor de carne con mañas fraudulentas, a ser el trabajador y amigo de Russell Bufalino (Joe Pesci), quien lo acoge bajo su ala y le da trabajo como artesano de la pistola.

La historia comandada por Martin Scorsese, El irlandés (The Irishman), se basa en el libro del investigador Charles Brandt, I’ve Heard You Paint Houses, el cual recoge la eventual relación entre el personaje de De Niro y Jimmy Hoffa (Al Pacino), líder sindical de transportistas enquistado en su cargo como un Romero Deschamps de los años 50-70.

Los binomios de camaradería Frank-Russ y Frank-Jimmy serán los hilos conductores de su hundimiento moral. Conforme conocemos los tejemanejes de estos hombres, Scorsese hace un trepidante recuento de la historia política estadunidense mediante una pulcra e impecable manufactura. Deslizamientos de cámara, slow motion, planos secuencia, música con una clara intencionalidad satírica-atmosférica germinan en una narrativa envolvente y adictiva.

El irlandés es más que el reencuentro de De Niro y Pesci, dos de los actores predilectos de Scorsese, o el regreso del director a las temáticas de mafia y crimen. Es más, incluso, que un homenaje a El Padrino. Se trata, más bien, de un poderoso discurso en torno a la corrupción, la traición, las triquiñuelas políticas y la mafia. Hilvana un cuento con un pulso tremendamente actual en torno a cabildeos entre grupos con intereses particulares, pero también a la imposibilidad para mantener la humanidad en un círculo trazado con hilos de sangre.

Pero, por otro lado, El irlandés, un reconfortante armado kármico, pues como espectador nos queda muy claro que cada personaje que vemos realizar un acto antiético recibirá su merecido. Ya sea porque es asesinado de alguna forma cruenta o gracias a aquellas pequeñas leyendas donde se especifica su muerte, las cuales nos informan que caerán de su pedestal tarde o temprano. De acuerdo con El irlandés, no hay factura que quede sin saldarse, ya sea en público, ya sea en solitario, ya sea en abandono. La amoralidad viene con una cuenta pendiente bajo el brazo.

 

Mabel Salinas es Directora Editorial de enlaButaca.com y colaboradora de Cine Premiere.

@mabsalinas @EnlaButaca