Las bases de la organización

Noviembre 2023

Javier Brown César

La Nación

La primera carta que Manuel Gómez Morin escribió a Efraín González Luna data del 26 de noviembre de 1934. Esta fecha confirma la afirmación de Jorge Alonso de que Efraín “recordaba que su primer nexo con Gómez Morin había sido cuando éste estaba empeñado en defender la autonomía de la UNAM”.

Los primeros proyectos en común giraron en torno a la creación de una sociedad editorial, pero a partir del 2 de febrero de 1939 el intercambio epistolar entre los fundadores de Acción Nacional giró en torno a las bases para crear la nueva organización. Las cartas que consignan las ideas y proyectos previos a la fundación son de un enorme valor histórico y documental, ya que en ellas se sientan las bases de lo que, a la postre, sería el PAN.

En los trabajos previos se definieron “cuáles son las verdaderas posibilidades de acción y cuál, en consecuencia, la organización más adecuada”. Don Manuel señalaba la unánime convicción respecto a “los puntos esenciales de doctrina”, pero valoraba que “este reconocimiento nos ha demostrado que el tránsito de la convicción a la decisión, significa un salto mortal que muchos no pueden, y otros no quieren dar; que la forma misma de la acción, aun en aquellos dispuestos a ella, no es ni puede ser siempre la misma, ya no en cuanto a su sentido general, sino en cuanto a las posibilidades de personas o de grupo, que hay organizaciones ya creadas y con las cuales se está de acuerdo en principio, pero que han formado ya intereses, apetitos, problemas o métodos que precisa tener en cuenta”.

De ahí la necesidad de un compás de espera “mientras quedan definidas, sin precipitación, los puntos centrales de la organización y el programa”. Además, había que evitar que el proyecto derivara en un “aspecto personalista, que debe ser a todo trance evitado por la naturaleza misma y por el alcance de la obra que se pretende realizar”. Resuenan aquí las palabras vertidas en la famosa carta del 3 de noviembre de 1928, a raíz del inicio de la campaña presidencial de José Vasconcelos, en las que Gómez Morin postulaba la necesidad de “hacer una lucha que no cifre su éxito en la próxima campaña electoral sino en la crítica constructiva desde luego y, como es natural para toda empresa política, en la futura conquista del poder, una vez que pueda contarse con fuerza organizada suficiente para que la lucha no resulte estéril y no se convierta en un puro e inapreciado sacrificio o en una dictadura si llega el entusiasmo a tener éxito”.

La base de la nueva organización debían ser los llamados por Gómez Morin “puntos de doctrina”, así como el estatuto de “Acción Nacional”. Una parte fundamental del proyecto inicial fue un plan que se habría de realizar casi puntualmente, consistente en: publicación del Boletín de Acción Nacional; publicación de los cuadernos de Acción Nacional “para divulgar, explicar, los puntos capitales de la doctrina o para tratar políticamente los diversos aspectos de la vida nacional. Habrá así cuadernos sobre el concepto de Nación, de la institución de la persona, sobre la interpretación histórica de México, sobre los resultados de la política agraria, sobre el costo de la vida, sobre los ferrocarriles, sobre la Laguna, sobre obras públicas, sobre el salario, etcétera”.

Además de este esfuerzo editorial Gómez Morin anunciaba la conformación del Instituto de Acción Nacional con un ciclo inicial de conferencias “que comprenda Seis sobre Historia de México, seis sobre el concepto del Estado y seis sobre las doctrinas del valor, con aplicación especial a salario y a precio”. Además, había que poner el mayor empeño “en la organización de los Comités Locales y, mediante una sección especial del mismo Comité, en la organización de los grupos”.

Para Gómez Morin, antes que lanzar un manifiesto o programa, era fundamental contar con una organización sólida: “creo que debemos invertir el orden rutinario de publicar primero, por un pequeño grupo, un manifiesto, antes de tener organización alguna. Nos importa esencialmente tener hecha, en sus cuadros esenciales, en lo que constituya su sistema nervioso, esa organización en torno de una doctrina que nos es bien conocida y que, cuando la organización tenga suficiente desarrollo en lo fundamental, nos permitirá con autoridad, publicar el catecismo o intervenir con eficacia en convenciones o en otros actos similares”.

En abril de 1939 Gómez Morin reiteraba la importancia de primero contar con una estructura organizacional: “Lo más importante… es el Comité mismo. Ojalá que en él pueda establecerse una Jefatura y, a la vez, una división del trabajo para ordenar y hacer más eficaz la labor… La organización por grupos, facilita extraordinariamente los trabajos, como de formación de cuadros como de difusión… El Comité… podría formar desde luego, una lista de las personas capacitadas para integrar grupos; buscar la adhesión de esas personas, e iniciar, desde luego, la formación de los grupos, procurando destacar en ellos, inmediatamente, a todos aquellos que puedan, a su vez, integrar grupos nuevos, y procurando que todos los adherentes tengan siempre una labor concreta que realizar, para que la adhesión no sea una cosa abstracta, sino que se convierta en una cooperación activa, y dé a cada miembro, la oportunidad verdadera de ser autor de la obra común”.

Las cartas previas a la fundación del PAN, como hemos señalado, merecen un estudio mucho más detenido, no sólo por su actualidad, sino porque bosquejan los aspectos fundamentales que mantienen viva a la organización: una doctrina, una estructura orgánica establecida en los estatutos, un programa editorial y de difusión permanente, una estrategia de formación también permanente y una militancia con tareas específicas que sienta que su obra es parte de una gran obra común.

Citemos un fragmento de la carta del 24 de abril de 1939, cuyas ideas siguen vigentes: “El desconcierto político de todo el país sigue creciendo. Es natural, porque las soluciones se buscan en actividades transitorias y en candidatos. Los partidos independientes ansían la unificación; pero el carácter de sus propósitos siempre políticos en el más restringido sentido de la palabra, hacen muy difícil esa unificación, complicada, por otra parte, por el hecho de que en todos esos partidos, hay una mayoría de personas que han tenido muchas otras intervenciones en la vida pública y representan frecuentemente un lastre pesado, más que una ayuda. Es decir, que la formación de un grupo fuerte, con un programa, integrado con gente nueva y sin apetito, es indispensable también para crear un centro natural de atracción, que evite la peligrosa dispersión actual de los grupos independientes”.

 

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