Meméxico lindo y…

Junio 2022

Sergio Rodríguez Colín

La Nación

Descalificación e intervencionismo han sido las marcas de las conferencias mañaneras del presidente López Obrador en las últimas semanas –bueno, es tendencia diaria-, luego de varios señalamientos que acusan a su gobierno de ser el brazo político de los grupos delincuenciales que imperan en México.

Ante las declaraciones, por parte de personajes como Porfirio Muñoz Ledo, Francisco Labastida Ochoa o los senadores estadunidenses Ted Cruz y Marco Rubio, de que la administración del tabasqueño ha entregado parte del territorio nacional a células del crimen organizado, el jefe del Ejecutivo ha emprendido una batalla inútil contra los legisladores de Estados Unidos y ha restado importancia a las declaraciones de los políticos mexicanos.

En el caso de Muñoz Ledo y Labastida Ochoa, el presidente minimizó lo dicho por éstos al considerar al primero “muy viejo” y al segundo porque le da pena ajena lo declarado por el ex candidato presidencial priista durante una entrevista (de paso denostó el trabajo periodístico que se hace en México al llamarla “entrevista a modo”).

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De este señalamiento surgen varias preguntas que tal vez el presidente nos pudiera contestar: ¿por qué ante la tragedia provocada por el huracán Agatha en Oaxaca, que dejó miles de damnificados, prefirió visitar por tercera vez en su mandato Badiraguato, tierra de los narcotraficantes más famosos de México; ¿será verdad el rumor de que sus visitas son un respaldo al Cartel de Sinaloa y la concreción de un pacto de impunidad hacia este grupo delincuencial?; ¿esta última visita termina de demostrar que el triunfo en la gubernatura de Rubén Rocha en Sinaloa fue gracias a la operación y coacción del Cartel de Sinaloa?

Ante estos cuestionamientos, el presidente prefiere abrir otro frente y ahora dirige sus ataques a los senadores estadunidenses, quienes este año entrarán en un nuevo proceso electoral, principalmente por las acusaciones de que López Obrador defiende a los dictadores y de que ha cedido parte del territorio nacional a los narcotraficantes.

Faltando a su máxima de no intervenir en la política de otras naciones, recordemos su ausentismo ante el arbitrario arribo a la presidencia de Nicaragua de Daniel Ortega, López Obrador hizo un llamado a la comunidad latina que vive en Estados Unidos para repensar su voto y no votar por este tipo de legisladores.

En esta columna reprobamos la intervención y acusación de estos senadores estadunidenses, pero bien dicen que cuando el río suena es porque agua lleva, y los señalamientos sobre el tema son ya varios. Es hora de que el presidente nos diga que hay en Badiraguato y no se quede sólo en querer cambiarle el nombre por el de “Triángulo de la gente buena y trabajadora”.

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