La Cumbre de Los Ángeles

Mayo 2022

Julio Faesler Carlisle

La Nación

Estados Unidos será el anfitrión, en junio, de la Novena Cumbre de las Américas. Este evento inició en 1994 y reúne a los jefes de Estado y de Gobierno, ministros de Asuntos Exteriores y otros altos funcionarios de entidades públicas de América del norte, sur y central, así como del Caribe.

La importancia que Washington asigna a las Cumbres de las Américas se aprecia en la asistencia a ellas del presidente o vicepresidente de Estados Unidos.

La agenda de la próxima Cumbre se compone de temas tan críticos como derechos laborales, salud, desarrollo económico social de los países miembros, Estado de Derecho y el respeto a los derechos humanos. Se destaca la participación del sector privado. Es interesante notar que el coloquio describe a los participantes como tomadores de riesgo, accionistas, “stakeholders”, término típicamente empresarial usado en las exclusivas reuniones de Davos y que se está utilizando en prácticamente todo el mundo, hasta en China, para hablar de programas de desarrollo.

En la Cumbre de Los Ángeles se trazarán las acciones que los países del continente habremos de emprender para alcanzar una prosperidad justa y equilibrada dentro del marco de la democracia.

Pero ver a la democracia como un instrumento del pragmatismo económico es lo que rechazan los que censuran las injusticias e inequidades que el modelo capitalista empresarial ha propiciado e incluso inducido. La izquierda afirma tener soluciones diametralmente opuestas a las capitalistas para responder al reto del desarrollo socioeconómico.

El que la Cumbre de Los Ángeles sea anunciada por el presidente Biden como el foro que promueve la democracia liberal individualista invita a los que no están de acuerdo con esta ruta a hacer lo posible para cambiar la dirección del evento o simplemente no participar en él.

El presidente Biden ha dicho que, por no practicar la democracia, ni Cuba, ni Nicaragua. ni Venezuela, serán invitados a la Cumbre. Ante esto. el presidente López Obrador declaró que no asistirá al evento si Biden insiste en su decisión. Es claro el contraste entre las posiciones. No sólo la amplitud y variedad de la asistencia a la Cumbre está en juego. Hay temas más profundos.

Detrás de la posición del presidente está el aprovechar un nuevo impulso de apoyo a Cuba y a otros gobiernos de izquierda para sustituir a la Organización de los Estados Americanos (OEA), que funge como secretariado de la Cumbre, con un nuevo organismo que reconfigure el mapa político latinoamericano y así dificultar las intenciones hegemónicas de Estados Unidos.

El presidente de México no asistiría a la Cumbre si los Estados Unidos no invitasen a los tres países mencionados por Biden. El llamado a la solidaridad americana continental, de la que Biden excluye a los países que no practican su estilo de democracia liberal, no fortalece sino escinde.

López Obrador pone en jaque a Estados Unidos exigiendo que extienda la invitación a todos los países americanos sin excepción. En realidad, la solidaridad del presidente con sus colegas de izquierda poco añade a las posiciones que ellos han sustentado. El presidente Ortega de Nicaragua no asistirá. Ese país decidió separarse de la OEA y después no aceptó la invitación a reingresar. El que Maduro, de Venezuela, esté citado por una corte norteamericana hace que su llegada a Estados Unidos lo exponga a una inmediata acción judicial. A esos países se han añadido Honduras, Belice y Chile. Sólo el presidente Díaz-Canel podría asistir. Cuba ha estado presente en las últimas reuniones.

La situación se mantiene difícil. Para buscarle solución, el miércoles 19 de mayo una comisión encabezada por el senador Christopher J. Dodd se entrevistó con el secretario Ebrard, quien tras un largo encuentro informó que el senador Dodd había tomado nota de las consideraciones del presidente mexicano prometiendo de inmediato una respuesta del presidente Biden.

El tema radica en la rivalidad de las fórmulas que cada potencia emplea para cimentar la hegemonía que propone: la liberal empresarial o dirigismo estatal. Para México no debe darse ese dilema. El desarrollo en términos de bienestar popular debe ser pragmático, sin etiquetas. Es esa la solución que no parece entenderse.

Independientemente de la disyuntiva mencionada, López Obrador encontró en el desencuentro sobre la Cumbre de las Américas la ocasión para ventilar su propuesta de crear una unidad político-económica continental, que imagina semejante a la Comunidad del Carbón y Acero que dio origen al Tratado de Roma y a la actual Unión Europea.

Antes de lanzar fantasías a los anchos espacios mundiales, México tiene que contar con el desarrollo fuerte e inclusivo que el presidente se ha dedicado diariamente a destruir.

Hemos ya desperdiciado la mitad de un sexenio porque el presidente encadenó la suerte nacional al desperdicio de su rico potencial. El paso se frenó y el tiempo se acorta.

El PAN sabe que las injusticias e inequidades en que cae el individualismo liberal se remedia en los principios de solidaridad y subsidiaridad insertos en su doctrina desde 1939. La equidad es la receta para la felicidad.

 

La nación