Siria y Turquía: la naturaleza los pone a prueba

Febrero 2023

Julio Faesler Carlisle

La Nación

La guerra civil que siembra muerte, enfermedad y atraso a Siria, Turquía y Líbano comenzó el 15 de marzo de 2011 en la gran manifestación que sacudió a Damasco, capital de Siria, que se dieron en el marco de la “primavera árabe” de Túnez y Egipto. Rebeliones contra gobiernos tiránicos y autoritarios. No se ha llegado a los grandes cambios para la región. Se inauguró una siniestra secuela de caos, hambre, enfermedad y muerte que continua.

En Siria, los grupos cívicos que reclamaban su derecho a un sistema igualitario fueron acallados a sangre y fuego por el dictador Bashar al-Ásad, heredero de Háfez al-Ássad, quien detentó el poder por treinta años. En 2012 y 2013, la ONU organizó fallidas pláticas de paz en Ginebra. ISIS declaró la guerra contra Iraq y Siria, lo que atrajo la intervención de Estados Unidos. En 2015, Bashar al-Ásad y Putin proclamaban estar unidos en su guerra contra ISIS (Estado o Califato Islámico), lo que incluyó establecer bases militares rusas en Siria.

Estados Unidos entró combatiendo a ISIS y acusó a Siria de usar gases contra civiles. Turquía, siempre anti-kurdo, y Estados Unidos fueron recuperando territorios ocupados por ISIS. Cuatro años después de su inicio, la crisis ha acabado por convertirse en una de las mayores catástrofes de la historia reciente. La guerra ha costado ya miles de muertos y no muestra visos de arreglo pese a los esfuerzos de Naciones Unidas para mediar.

Pero de la naturaleza habría de precipitarse un desastre mayor en la zona fronteriza de Turquía y Siria. La mayor devastación del siglo reina en la región sur de Turquía y norte de Siria, de varios kilómetros cuadrados, que tiene una falla geológica desde hace tiempo conocida.

Terremotos de grado 7.8 en la escala de Richter asolaron la zona fronteriza entre Turquía y Siria la madrugada del lunes 6 de febrero, provocando miles de muertos y decenas de miles de heridos, dejando además a miles de familias sin hogar.

Con una población de 84 millones, en Turquía sólo viven cristianos. En las 10 provincias del sureste turco afectadas por el sismo vivían más de 13 millones de personas. Y ahora muchas de ellas deberán ser reubicadas en otras partes del país.

Turquía movilizó más de 100 mil equipos de salvamento y del Ejército. El grado de destrucción y la amplitud de la zona afectada complicaron los trabajos. Se evacuaron a decenas de miles de damnificados para alojarlos en otras partes del país eurasiático. El puente aéreo de Turkish Airlines, cuatro días después, evacuó a 125 mil 957 personas con 709 improvisados vuelos.

La Agencia de Gestión de Desastres y Emergencias (AFAD) trasladó a unas 30 mil 300 personas de las zonas del desastre a ciudades turísticas de la costa sur de Turquía, como Antalya, en donde ahora es temporada baja, con poca ocupación. Se usan instituciones estatales de Educación, Juventud y Deportes para acoger a las víctimas del terremoto sin hogar.

En Turquía los comedores de emergencia en ocho provincias sudorientales han distribuido en los primeros días más de 3.3 millones de raciones para 118 mil 500 personas.

Cinco buques de la armada turca transportaron a la gente de donde no quedan edificios habitables. El presidente Recep Tayyip Erdogan dispuso la demolición de 50 mil edificios inhabitables

En Siria la población es de 20 millones, el desastre fue similar, pero ha sido necesaria la presencia de la ONU para negociar con el gobierno y llevar asistencia humanitaria, que tiene almacenada dentro de la región noroeste, una de las más afectadas por el terremoto, pero que ha estado en los últimos años bajo control de grupos rebeldes. El daño que han sufrido las vías terrestres dificulta el transporte transfronterizo de ayuda desde Turquía.

El Consejo de Ministros en Damasco declaró zona de catástrofe las regiones de Alepo, Latakia, Hama e Idlib y un estado excepcional para estas zonas bajo el control de Damasco y que han sufrido los efectos del desastre.

Las negociaciones para enviar convoyes que atraviesen zonas controladas o no controladas por el gobierno continúan como medida de emergencia.

El Programa Mundial de Alimentos ha distribuido ayuda alimentaria urgente a 300 mil personas y que alcanzará las 900 mil si consigue el financiamiento por un valor de 50 millones de dólares.

El terremoto de 1985 en Tlatelolco, también de 7.8 grados Richter, cobró según algunos cálculos 20 mil vidas. La OMS dice que el que afectó la región turca y siria fue el peor en 100 años de Europa con 35 mil muertos: 3 mil 688 en Siria y 31 mil 970 en Turquía. Todos reconocieron la entrega de los famosos topos mexicanos en las angustiantes ruinas de esa región.

 

Reflexiones finales

La desgracia del terremoto que asuela a los sirios, turcos y libaneses ha sido particularmente sentida para nosotros. Entre 1900 y 1910, México recibió flujo de migración siriolibanesa que llegó en condiciones de pobreza y abandono desde el Imperio Otomano.

A lo largo del siglo XX, los siriolibaneses han pasado a formar una relevante parte de nuestra vida social, económica y cultural.

Desde 1890, la relación de México está marcada por la llegada de “sirio libaneses”, la mayoría cristianos maronitas, son parte de la familia mexicana. La cultura cristiana maronita, apenas el 5.2 por ciento de la población total de Siria de 20 millones, los identificó con la religiosidad del pueblo mexicano y su laboriosidad y sensibilidad les ganó la simpatía y confianza del pueblo mexicano, que en mucho explica su éxito e influencia no sólo en negocios y finanzas, sino también en otros campos.

Familias como Henaine, Kuri, Abed, Harfuch, Slim, Harp, Helu, Abuomrad, Chedraui, Domit, o Hayek aportan figuras de primer rango en la banca, las ciencias, las artes o la economía; abundan personalidades que enaltecen a México.

El PAN tiene en los mexicanos siriolibaneses y los turcos una reserva de actores en la política que ya ha probado su patriotismo y valor, que nos promete todavía más en los retadores tiempos que en México y en todo el mundo nos esperan.

 

La nación