Las mujeres en la política y en la familia

Noviembre 2023

María Elena Álvarez de Vicencio

La Nación

Hace ya algún tiempo, la actividad política era considerada como algo “indigno de una persona digna”. En el significado de palabras que aparecían en las revistas, que se podían leer en las peluquerías o en los salones de belleza, cuando se referían a la palabra POLÍTICO se decía que su significado era el de “hombre falso”, que cuando hablaba o escribía se entendía que decía lo contrario de lo que pensaba.

Se sabía que los resultados de las votaciones eran alterados, que se manejaban a discreción las boletas. Además, había temor pues en ocasiones en las casillas sucedían hechos de violencia; la ley inicial decía que la primera persona que llegara a la casilla sería quien la presidiera y si llegaban dos personas al mismo tiempo se generaban peleas y en ocasiones salían a relucir las armas.

En esa época las mujeres no eran consideradas como ciudadanas, no tenían el derecho de emitir su voto en las elecciones, ni podían ser electas para desempeñar cargos públicos. Finalmente, en 1955, se les reconocieron estos derechos, pero no todas los ejercieron de inmediato, había temor a la violencia y desconfianza sobre la legalidad de los procesos.

El nacimiento del Partido Acción Nacional, con dirigentes de reconocida honorabilidad, empezó a dar confianza en la participación política y especialmente la de las mujeres. Hasta 1991 se pudo apreciar la tendencia a lograr candidaturas de mujeres en las diputaciones federales.

Actualmente, las mujeres ya no tienen limitaciones de tradición cultural, su actividad en los partidos se desempeña en igualdad de condiciones que los varones y aun cuando hay casos aislados donde todavía prevalecen algunas tradiciones machistas, las mujeres ya no tienen barreras que no puedan superar.

El avance de las mujeres en la participación política de nuestra nación no se ha detenido. Actualmente, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ordenó a los partidos designar a cinco mujeres y cuatro hombres en las elecciones para gubernaturas que se disputarán en 2024.

Además, dos mujeres se han lanzado como candidatas al máximo puesto en el gobierno de nuestra República. Son otros tiempos y ya no causa inquietud ni rechazo el aprobar a las mujeres que pretenden presidir los cargos de los máximos poderes de nuestra nación.

Esta realidad satisface a las mujeres, pero al mismo tiempo les impone la responsabilidad de obtener una capacitación cada vez más completa para estar en disposición de desempeñar con eficiencia los cargos que acepten; además, les crea la responsabilidad de dar ejemplo de honradez y transparencia en su desempeño.

Las mujeres actualmente tienen la posibilidad de capacitarse plenamente para ejercer cabalmente los cargos públicos que pretendan desempeñar. Al mismo tiempo tienen la responsabilidad de decidir lo relativo a lo que la tradición les ha encomendado: la formación de la familia y encontrar las formas más adecuadas para realizar con asertividad las decisiones que en ambas tareas habrán de tomar.

México necesita familias sólidas, unidas y capaces de trasmitir a sus integrantes los valores esenciales para fortalecer a la patria. Las mujeres, además de atender a su familia, necesitan tener la oportunidad de realizarse profesionalmente. Los mexicanos, hombres y mujeres, tienen la responsabilidad de responder a estas demandas y, al mismo tiempo, habrán de encontrar la manera de satisfacer ambas necesidades, sin que nadie salga perdiendo.

 

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