Que el miedo se convierta en esperanza

Marzo 2021

Alan Ávila Magos

La Nación

Las próximas líneas están cargadas de una profunda reflexión, que se escriben con la emoción a flor de piel y con la esperanza de que, con el trabajo de cada uno de los mexicanos, nuestro país será mejor.

Hace unos días, quizás semanas para cuando esta sea publicada, compartí en mis redes sociales una experiencia que me tocó vivir. Particularmente, las elecciones del 2021, decidí que fueran unas elecciones que viviría intensamente, porque serían mis últimas campañas como dirigente nacional de los jóvenes del PAN. Lo interesante es que la vida de repente nos recuerda que, en un país como México, no sabemos cuándo realmente sea lo último que nos toque vivir.

Emprendí giras con la emoción de cerrar con todas las ganas y toda la fuerza estos años de encabezar a los jóvenes panistas. De la que en esta ocasión me refiero comenzó en Nuevo León y luego en San Luis Potosí para los arranques de campaña a gobernadores de Fernando Larrazabal y Octavio Pedroza, siguió en Querétaro y Jalisco, y para cerrar en Michoacán.

Me dirigía ya al último municipio de la gira, el cual me quedaba de paso de Morelia con dirección a la Ciudad de México, cuando de repente, unos hombres fuertemente armados interceptaron nuestro camino e hicieron que mis acompañantes varones y yo, nos bajáramos del vehículo, incluso, me golpearon con la cacha de una de las armas, provocándome una herida que derivó en seis puntadas. Me obligaron a subir a una camioneta, “levantándome”, como coloquialmente se dice y que se ha convertido en una palabra común dentro del lenguaje de la sociedad mexicana.

Afortunadamente, este episodio no pasó a mayores. Tengo la fortuna de poder contarlo y tuvimos, junto al equipo que me acompañaba, algunos de ellos integrantes de la Secretaría Nacional, la enorme bendición de Dios de poder continuar con nuestro camino, llegando al destino y poder concluir la agenda prevista.

Tristemente esta no es la historia de todos los mexicanos. No todos tienen el privilegio de salir a trabajar o a la escuela, y poder regresar a casa. Mis compañeros y yo estábamos en el cumplimiento de nuestras obligaciones, y faltaban unos minutos para que dieran las 5 de la tarde. Por lo que me quedó claro que aquí, en México, no es necesario que andes “en malos pasos” o que andes en horas indebidas para exponerte a la inseguridad, a la violencia y la incertidumbre de ver tu vida en peligro.

La impotencia de saberte sometido, de saber que no existe la razón cuando la fuerza y la violencia son las que determinarán qué va a pasar en los próximos minutos, me hizo pensar en aquellos padres, hermanos, amigos, que reciben la noticia de la cobardía de otros, y sólo queda la impotencia de no poder hacer nada.

Les comparto esta experiencia porque más allá de asustarnos, esto nos debe mover, nos debe motivar, nos debe cargar de fuerza y que la impotencia se convierta en valentía para luchar por México. Las campañas ya empezaron y los jóvenes, como siempre, seremos protagonistas y estaremos expuestos a los riesgos de salud y de inseguridad que padece nuestro país. Estas acciones, sin duda, son un acto de patriotismo, por nuestra democracia, por nuestras instituciones, por la convicción de tener un México mejor.

La crisis de inseguridad sólo puede provocar en mi –y espero provocarlo también en quienes me leen– dos cosas: la primera, que el miedo se apodere y vivir doblegados ante unos hombres que se les ha hecho creer que pueden estar por encima de la ley y en sus manos está la paz, la tranquilidad y la vida de los mexicanos, o la segunda, motivarnos a que, la experiencia vivida en carne propia, nos haga redoblar esfuerzos, recordándonos que nadie está exento y que este no es el futuro que quiero para mí, para mi familia y para las generaciones que vienen.

Mi tarea desde el quehacer político será trabajar incansablemente, por supuesto, con lo que mi encomienda me lo permita, con la convicción de saber que desde la política se incide y se impacta en la vida de cada mexicano. Pero como lo decía al inicio, esto lo escribo con la esperanza puesta en los padres de familia que forman en valores, de los profesores que educan con la responsabilidad de educar buenos ciudadanos, de nuestros ejércitos y policías en el cumplimiento de su deber patriota. De cada uno de los mexicanos que asuma con solidaridad el compromiso que tenemos de vivir en comunidad.

Tengo esperanza que, a los mexicanos de bien, no nos vencerán con el miedo sembrado por la violencia, sino que habremos de, desde el cansancio, encontrar en el amor a México la esperanza de poder vivir en un México mejor.

 

Alan D. Ávila Magos es Secretario Nacional de Acción Juvenil.