El sentido esencial del humanismo político

Marzo 2022

Javier Brown César

La Nación

El sentido esencial, profundo y fundamental del humanismo político es lograr que la política sea una actividad cada vez más humana y que la persona humana se comprometa de forma decidida con la política.

Efraín González Luna, el gran ideólogo de los primeros tiempos de Acción Nacional y primer candidato presidencial en la elección de 1952, le dio nombre a la doctrina del PAN. El oriundo de Autlán, Jalisco, hablaba de nuestro radical humanismo político. La doctrina postula con vigor y energía la centralidad absoluta de la persona humana: es la política y el Estado para la persona y no la persona para la política o el Estado.

La persona es fin en sí misma y no un medio, su trascendencia y dignidad obligan a someter todo el mundo material y las organizaciones a la realización de sus altos ideales, anhelos y aspiraciones concretas.

El humanismo político tiene como cometido principal humanizar la política, des-animalizarla, convertirla en una suprema actividad espiritual de elevación humana al servicio de cada persona. Sólo así la política es una actividad noble y vital, que se subordina a fines que no son los suyos y que van más allá de la indiferente dinámica del poder.

El ser humano humaniza la política al lograr que los trascendentales del ser la inunden de forma plena, vigorosa y actual. Para la metafísica, el ser es uno, verdadero, bueno y bello. Así, la política debe tener alma, que para Aristóteles era el principio de unidad. La política desalmada se convierte en una actividad vil y despreciable, en oficio de pillos y vividores. La política con alma se convierte en una actividad que promueve la unidad, la concordia y la conciliación; la política sin alma no es otra cosa que dispersión, discordia, confrontación y fuente inagotable de odio y resentimiento.

La política en la que resplandece la verdad, es la que revela y transparenta, la que se hace visible siempre y en todo momento; la política de la mentira es siniestra, perversa, falsaria, opaca y oculta. La política debe resplandecer y brillar, clarificar e iluminar.

La política en la que se da el bien, es la orientada a la realización de los sueños, ideales y aspiraciones de todas las personas: es unánime en su aspiración para lograr que nadie quede fuera del amplio abrazo solidario y de la ayuda subsidiaria que eleva la condición humana acorde a la propia dignidad. La política que se basa en la lógica del mal es una actividad profundamente destructora y demoledora, es fuente inagotable y permanente de dolor y sufrimiento, de muerte y miseria.

La política en la que prevalece la belleza se caracteriza por su profundo atractivo, por su capacidad de inspirar y de mover almas. Cuando lo que prevalece es la fealdad, la política se degrada y se convierte en una actividad propia de miserables y pandillas, de camarillas que secuestran ideales y de facciones que destruyen naciones.

La politización del ser humano no equivale a partidización: hay personas que no aspiran a integrarse a los partidos políticos, pero a ninguna persona debería serle indiferente lo que pasa de las puertas de su casa para afuera, porque lo que sucede fuera del hogar, tarde o temprano, impacta en la vida, la prosperidad, la unidad y el bienestar familiares.

El ser humano, decía Aristóteles, es un animal político por naturaleza, tiene palabra para ponerse de acuerdo sobre lo justo e injusto y es en la palabra donde inicia la participación política; es en el escuchar y en el decir, en el atender y ser parte, como inicia la rica vida de lo público.

Lo público es lo que no es de nadie ni para nadie en particular, sino que es de todas y todos por igual. Por ello, lo contrario a la dinámica de la República (de la cosa pública) es la lógica de las mafias, basada en la ley del silencio (la omertá) y en la preocupación exclusiva por los negocios privados (la cosa nostra o la cosa que sólo es de nosotros).

Más allá de los imperativos de facciones y grupos, encontramos la orientación decidida hacia el bien común y hacia el pleno vigor de lo público. Públicos son las y los servidores, los espacios y jardines, el transporte y los servicios; público debe ser el poder que se ejerce bajo imperativos de publicidad máxima, de apertura suprema, de proximidad extrema y de servicio incondicional.

Politizar a la persona implica lograr que se comprometa con la comunidad y sus necesidades y aspiraciones, que participe activamente y no solamente que se movilice, que forme parte de asociaciones que realicen trabajo voluntario y que voluntariamente done lo mejor de sí a las otras personas.

Politizar a la persona significa también que vigile y controle el poder, por sí o por medio de sus representantes, a quienes debe exigir en todo momento que sean auténticos representantes, o sea, que sean la expresión fiel de los sueños y aspiraciones de las y los representados.

La política es conciliación y encuentro, diálogo y apertura, negociación y acuerdo. Cuando las vías políticas se rompen, cuando el diálogo es suprimido, cundo la apertura se convierte en cerrazón, la negociación en presión y el acuerdo en voluntad coaccionada, lo que sigue es la violencia y la guerra, la destrucción y la devastación.

En el fondo, el humanismo político de Acción Nacional se basa en la recta comprensión de la persona humana como un ser cuya dignidad es fuente de derechos, cuya indigencia natural es raíz sinigual del amor social que es la solidaridad, cuyas desigualdades naturales pueden ser superadas a partir de la ayuda subsidiaria, y cuyos malestares encuentran en la política una vía de sanación y perfeccionamiento que es el bien común.

La lucha por elevar la dignidad de la política al estatus que le corresponde ha sido histórica en Acción Nacional, partido que ha promovido tenazmente el profesionalismo y la pulcritud, la decencia y el decoro de la vida pública. Por último, la larga lucha por la politización de la persona no es otra que la convicción de que el PAN es escuela ciudadana, apuesta por la civilidad y la cultura, por la sana convivencia y el orden. Estos altos ideales han sido motor y razón de ser, y en el fondo, significan la realización plena de los objetivos fundamentales de la filosofía de vida y acción llamada humanismo político.

 

Twitter: @JavierBrownC

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