María Amparo Casar

Mayo 2024

Humberto Aguilar Coronado “El Tigre”

La Nación

Es crucial levantar la voz con toda la fuerza y dignidad de cada uno para reclamar el abuso del poder que despliega el presidente López Obrador.

Pocas cosas son tan peligrosas para la libertad y los derechos de las personas que un régimen político en el que el poder no esté sujeto a controles y en el que el respeto a la ley dependa de la voluntad caprichosa del poderoso.

En un régimen así, las personas somos extremadamente vulnerables; nuestros trabajos, nuestros patrimonios, nuestra libertad, están en riesgo y sujetas al capricho del poderoso.

En un régimen así, nuestra privacidad, nuestras comunicaciones y la intimidad de nuestras familias, pueden ser violentadas para servir a los fines, siempre perversos, de quien tenga la fuerza suficiente para pisotearlos, sabedor de que no tendrá consecuencias y de que podrá burlarse impunemente de la ley y de la sociedad que debe ser protegida por ella.

La infamia que López Obrador está desplegando contra María Amparo Casar es tan ruin, miserable y cobarde, que debería generar una indignación nacional, por lo menos de las proporciones que produjo el escándalo de la Casa Blanca en tiempos de Peña Nieto.

El catálogo de normas jurídicas que el presidente viola para desplegar su ataque es extenso; los derechos humanos y los mecanismos de protección que lastima con sus ataques es enorme, y todo, con la confianza de que no habrá repercusiones.

El presidente sabe que es inmune porque no existe ningún mecanismo institucional capaz de detenerlo, hasta que el daño esté hecho, y hasta que alcance la profundidad y magnitud que él quiere.

Por eso, la defensa de María Amparo Casar es un imperativo ineludible. Como ciudadanos no nos corresponde juzgar el actuar de otros ciudadanos, y no se trata de defender u ocultar actos de corrupción como quiere hacerlo ver el presidente.

Como ciudadanos estamos obligados a reclamar cuando a cualquier persona se le exhiba desde el poder, sin juicios y sin respeto a sus garantías, con el único propósito de demostrarle, a María Amparo y a todos los ciudadanos libres y decentes de México, las posibles consecuencias de hacer enojar al poderoso.

María Amparo Casar es una mujer ejemplar. Posee una inteligencia mordaz que siempre ha puesto al servicio de México y de sus creencias políticas. Es una mujer transparente y honesta que vivió una terrible tragedia y que enfrentó con entereza.

Desde los tiempos de la Secretaría de Gobernación -en los que tuve el privilegio de compartir trincheras y luchas con ella- constaté que es una mujer que ha trabajado con ahínco por construir un país verdaderamente democrático, que cuente con herramientas eficientes para combatir la corrupción como uno de los peores males de nuestra patria.

Su trayectoria le otorga a María Amparo un lugar destacado en la historia de la evolución política mexicana hacia la democracia.

Pero los ataques de los que es objeto la convertirán, estoy seguro, en uno de los símbolos más poderosos de México en la lucha por impedir la regresión democrática que vivimos.

Desde la forma en que está soportando el embate en su contra, la claridad de sus posicionamientos públicos, la serenidad que irradia y que, por contraste, exhibe de manera cristalina la rabia y el rencor del presidente, están convirtiendo a María Amparo en un ejemplo de resistencia que está contagiando a millones de personas.

Es claro que el presidente de México renunció a esa alta responsabilidad apenas al asumir el cargo. Desde el principio decidió mantenerse como jefe de partido y aprovechar las herramientas del poder para cobrar facturas a todos los que, desde la más absoluta irresponsabilidad, culpa de su fracaso en dos elecciones presidenciales.

Pero ahora, con el ataque a María Amparo, deja de lado el ropaje de jefe de partido y se exhibe como juez y verdugo.

No le importa ridiculizar a su director de PEMEX y a quien lo acompañara como procurador de justicia en la Ciudad de México, en sus tiempos de jefe de Gobierno.

No le importa que la sociedad le reclame su conducta y recurre a las salidas fáciles que le han funcionado.

Pero esta vez alertó a millones del peligro que -siempre se dijo- representa para la libertad y los derechos de los mexicanos.

Gracias a María Amparo Casar el presidente se desnudó frente a millones de mexicanos y lo hizo a pocas semanas de la elección. Así que, levantemos la voz, invitemos a la reflexión y hagamos todos los esfuerzos necesarios para que el cargo de presidente de México lo ocupe una persona respetuosa de los derechos de las personas y que sea capaz de gobernar para todos.

 

Humberto Aguilar Coronado “El Tigre” es Diputado Federal en la LXV Legislatura de la Cámara baja.

X: @Tigre_Aguilar_C

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