2024: ¿último aniversario?

Septiembre 2024

Cecilia Romero Castillo

La Nación

Los tiempos de México son duros y más duros van a ser en el futuro. La polarización entre los mexicanos hace cada día más difícil el diálogo entre nosotros. La política –la buena política– hace tiempo que quedó arrinconada y en desuso; los intensos debates en busca de soluciones, las discusiones buscando convencer, el intercambio de ideas, el consenso, todo eso pasó.

Este es el triste panorama que vivimos en el ámbito nacional. La aplanadora oficialista acalla cualquier intento de oposición, los números son lo que cuenta, las manos alzadas, las porras, la denostación del adversario. Y la exaltación del mesías, el triunfo hueco, la humillación del otro, sin poner la menor atención en “los otros”.

Lo que sucede en el ámbito nacional se ve reflejado también en el PAN. Lo importante para la toma de decisiones es la rentabilidad electoral. El costo político que pagamos por oponernos a iniciativas populares y atractivas, lo reponemos ahora postulando candidatos populares, sin solvencia moral, sin valores, sin panismo.

En ese ambiente es en el que nuestro Partido arriba a su 85 aniversario. La dolorosa derrota que sufrimos en la pasada elección puso de manifiesto que –independientemente del escandaloso gasto, la demagogia, las mentiras matutinas, la persecución– no tuvimos la fortaleza moral de alzarnos contra la adversidad y coordinar los esfuerzos de panistas, aliancistas y ciudadanos en general para derrotar al adversario.

Ante esta situación surgen reacciones de todo tipo. Sin entrar a discutir sobre su validez, considero importante que ponderemos los caminos que podemos seguir en función de lo que somos y lo que tenemos, y del grado de responsabilidad que la historia nos adjudica en esta hora crucial de México.

En su obra Acción Nacional ayer y hoy. Una esencia en busca de futuro (Grijalbo, 2014), Luis Felipe Bravo Mena, ex presidente nacional del PAN, hace una distinción entre el PAN –las siglas, el logo, la estructura - y el panismo –los militantes, los valores, la cultura -, y dice que “la encrucijada del PAN está entre estos dos caminos:  reencontrarse con su alma panista ciudadana o ser una mala réplica de lo peor del PRI. El primero lo condujo al triunfo. El extravío por el segundo lo demolerá hasta sus cimientos”.

La clave entonces, siguiendo a Luis Felipe, es el reencuentro del PAN consigo mismo. No es volviendo al pasado, sino imbuyendo en el presente el espíritu ciudadano. Es abriendo a discusión la toma de decisiones, postulando como candidatos a ciudadanos probos -aunque no sean panistas -, abriendo las puertas de los Comités, generando acciones en la sociedad, moviendo almas.

Es cierto, el PAN puede haber llegado a su último aniversario. Los panistas de hoy podemos ser los enterradores del PAN. Corremos el riesgo de extinguirnos, como tantos partidos en otros países lo han hecho. Porque hemos dejado lo trascendente, porque como institución no hemos corregido a tiempo los yerros de dirigentes y militantes.

Y es aquí donde cabe la reflexión profunda, personal y colectiva, sobre lo qué es el PAN y la razón de su permanencia por 85 años en la vida de México. Debemos hacer una seria consideración de lo que esta institución ha aportado al desarrollo y perfeccionamiento del sistema democrático, y de los valores que ha promovido y practicado.

Mi consideración es que estos momentos turbulentos pueden ser la mejor oportunidad para rehacernos como partido. Los cimientos del PAN, los valores que lo sostienen, han prevalecido a través de las tormentas. Los panistas de hoy debemos limpiarlos, reforzarlos y, sobre todo, practicarlos. Parafraseado a don Manuel: “no tenemos otros, ni los hay mejores”.

También necesitamos revisar nuestras prácticas, tan alejadas de los principios democráticos. Requerimos cambiar reglas anquilosadas que han subsistido a las reformas estatutarias. Atrevernos a introducir cambios drásticos en los procesos internos. Pero, sobre todo, debemos ofrecer al militante cauces para trabajar, para crecer, para pertenecer.

Se han escuchado voces moralmente autorizadas dentro del PAN insistiendo en la necesidad de suspender el proceso, actualmente en curso, de renovación de dirigencias –nacional y estatales– para sostener un diálogo incluyente y sereno sobre el quehacer de nuestro Partido en la actual coyuntura y proponer soluciones disruptivas para remontar la grave situación que vivimos.

Sostengo que sería deseable, pero tanto el marco estatutario que nos rige como la escasez de líderes que puedan concitar compromisos de fondo y asunción de responsabilidades, hacen de esta posibilidad una idea alejada del “arte de lo posible a partir de lo real” que es el ejercicio de la política.

Considero que la renovación de las dirigencias puede darse de manera paralela al trabajo que actualmente desarrolla la Comisión Especial para el Estudio y Propuestas de Cambio nombrada por el Consejo Nacional. Debemos fortalecer esa Comisión, ampliar su mandato, reforzar su trabajo, conocer sus avances.

Será necesario definir el mecanismo para que las conclusiones de esta Comisión sean adoptadas de manera obligatoria por quien resulte titular de la dirigencia del Partido el próximo noviembre. Y que sea un punto de partida para profundizar en los cambios y volver a ser motivo de esperanza para los mexicanos.

No permitamos que este sea el último aniversario del PAN. Ni el PAN ni México lo merecen.

 

Cecilia Romero Castillo es Consejera Nacional e integrante de la CONECEN 2024.

X: @CeciliaRomeroc

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