En Acción Nacional cero tolerancia política

Noviembre 2014

Maricarmen Rizo

La Nación

Por Salvador I. Reding Vidaña. Hay una expresión propia del pueblo americano, de auténtico patrioterismo: “Right or wrong: my Country”, en lenguaje común nuestro: chueca o derecha: mi patria. Este patrioterismo explica mucho cómo el norteamericano de la calle, no digamos el servidor público, especialmente militar, justifica ante sí mismo cualquier desviación moral o legal que hagan los Estados Unidos en su actuar oficial, fuera de su territorio principalmente. Todo se tolera (a favor). Es más o menos el mismo principio por el cual los militares del mundo, a través de la historia, justifican los desmanes y violación de derechos, en especial a la vida, por sus propias acciones. Igual sucede con los policías, que se protegen mutuamente –hasta donde les es posible o deseable-, frente a hechos delictivos cometidos por sus colegas. En México dicen: “perro no come perro”, es decir que no se vale (aplicar la Ley) al mismo. La actitud no es solamente de apoyo, de solidaridad –mal entendida, claro-, sino de intentar que los hechos inmorales y contrarios al Derecho se olviden y sean arrumbados. Después de eso se llega al cinismo de “aquí no ha pasado nada”. Cuando se ven estas conductas desde afuera, en especial por el ojo del ciudadano adiestrado y respetuoso de la moral y el Derecho, la reacción no es otra que el rechazo: “eso que dices es inmoral, no debe tolerarse”. Este rechazo al “carpetazo”, al fingir que no pasa nada, debe siempre aplicarse al medio en el cual cada persona se mueve, desde la familia hasta la política, en su amplio sentido. Una familia apegada a la moral, especialmente cuando tiene profundas raíces, como son las religiosas, no tolera las faltas, busca corregir lo que está mal desempeñado y procura establecer precedentes de conducta. “Eso, en esta familia no se vale”. Cumplir con el deber, sea de acción o de omisión, es regla de oro. Por otra parte están las empresas con fines de lucro: el empleado que resulta incompetente, haragán, descuidado, inmaduro en sus decisiones y ya no digamos corrupto… a la calle y hasta al Ministerio Público. ¿A qué viene todo esto? A que el Partido no puede tolerar en su seno las violaciones a la ley, ni tampoco puede tolerar la incompetencia, la indolencia en el servicio público por sus miembros, al ejercer el poder que ganó en una elección. Acción Nacional no puede tolerar internamente esas dos cosas: la corrupción y la incompetencia. Ambas dañan en el servicio público a la ciudadanía que paga sueldos, salarios, prestaciones y bonos para que se le sirva, en aquellas funciones que corresponden al Estado, en los poderes Ejecutivo y Legislativo. Todo partido de oposición, cuando llega al poder, se enfrenta a un cambio de mentalidad de muchos partidarios: ya no se trata de servir al país por medio de la acción partidaria, sino de utilizar, exigir que el partido, ya ganadas elecciones, sea una verdadera agencia de colocaciones. Pero los actos inmorales de la empresa… esos no cuentan. Ya no se trata, para esas personas, de hacer algo por el partido, sino de sacar beneficio personal, de cobrar facturas por labores que eran idealistas y que de pronto cambiaron de etiqueta: son merecimientos. “Yo distribuí volantes, convoqué a los vecinos… ¿Qué chamba me van a dar? ¡Y luego quiero ser diputado!” Hay también quienes al sentarse al escritorio burocrático asignado, o empiezan bien y aflojan el paso, se vuelven indolentes o desde el principio consideran que el sueldo del erario no hay que desquitarlo, sino disfrutarlo. La indolencia, el descuido, la rutina, el olvido de los principios, hacen que Acción Nacional –o el partido que sea-, sirva mal a la ciudadanía, y entonces ésta le niega los votos. El Partido no puede ser tolerante en dos aspectos: en el más evidente de la corrupción, del asalto al erario y a los bienes para apropiárselos indebidamente, cayendo en ilícitos verdaderos, y por otra parte en la indolencia y mal desempeño de la función pública encomendada. Cero tolerancia es la receta para no caer en la mediocridad partidista, de a veces exigir y a veces “yo no vi, no sé nada”. Pero es en la actividad electoral, en donde esa cero tolerancia es imprescindible: NO a la connivencia con delincuentes, en especial del narcotráfico. Se supone que los políticos mexicanos, ya hace unos años, decidieron que las campañas se financiaran sólo con dineros públicos, pero los financiamientos y apoyos ilícitos siguen a la orden del día. Absolutamente intolerable. Cada campaña, es deber de dirigentes, militantes, adherentes y simpatizantes del PAN, estar alertas para que los gastos y apoyos de los candidatos panistas no tengan el menor asomo de uso de recursos de origen ilícito: ¡di no a la vista gorda! Un candidato que gane una elección con dinero ajeno tendrá facturas que pagar, pero las pagarían forzosamente él, y también el partido y la ciudadanía, contra la voluntad y quizá el desconocimiento de estos últimos. Y ante esto, Acción Nacional tiene que mantenerse en la cero tolerancia, el Partido no puede ser mediocre frente a su doctrina. Un “socio” de la delincuencia no cabe en el PAN, debe ser expulsado y presentado ante la procuración de justicia si es posible.   Salvador I. Reding Vidaña es Coordinador del Consejo de Plumas Azules.