Soy políticamente incorrecta

Mayo 2023

Mariana Mancillas Cabrera

La Nación

Aún antes de ser tan trillado, ya era yo, políticamente incorrecta.

Me di cuenta de esto hace unos pocos días, cuando mi mamá encontró, traspapelado, un trabajo mío de mis días de universidad. Se llamaba “No al feminismo”, en él puntualizaba el por qué no apoyaba la liberación femenina.

Y no lo hacía porque reducía a la mujer a ser vista sólo como un “compañero” en el trabajo, en donde incluso tenía prohibido mostrar sensibilidad, y en el hogar a ser considerada, en el mejor de los casos, como una “socia”, privada de iniciativa, personalidad o de la inteligencia para poder opinar, saber, o proponer, en temas ajenos al hogar.

No apoyaba esa liberación que causaba una división entre quienes decidían ser profesionistas y aquéllas que elegían ser amas de casa. Aún menos podía estar de acuerdo con la igualdad entre hombres y mujeres reducida a simples actitudes, que nada tenían que ver con la inteligencia o la competencia en aptitudes o habilidades. Me parecía injusto que la mujer debiera comportarse igual al hombre. Consideraba que la diferencia que existe entre hombres y mujeres servía, claro, en un ambiente de respeto, para poder mirar todo con otros ojos, desde otra perspectiva. Me metía en los roles, y decía que no tenían comparación. Oh sí, lo dije. Pero dejaba en claro que no por esto uno era mejor que el otro, sino que tan sólo eran distintos. Defendía la capacidad de la Mujer a ser profesionista o ama de casa, quien además podía o no ser madre. Para mí, que la mujer fuera exitosa, era lo primordial.

Veía a la Mujer inteligente, capaz, preparada, educada, fuerte, interesada, atenta y en acción para influir en el mundo. Y en eso, claro que el feminismo estaba presente, y por supuesto que apoyaba al movimiento que lograba conquistar para la mujer espacios legales, espacios públicos y también un sitio propio en los museos y hasta en la historia.

Ahora soy políticamente incorrecta porque considero que la mujer no es producto de un acto fruto de la voluntad, sino de un evento fortuito. Este último también me hizo nacer en una familia donde mi papá, aún con ciertos rasgos machistas propios de su pasado y educación, hizo para sus hijas un ambiente en el cual pudieran decidir qué estudiar, dónde y cómo vivir, haciéndose, eso sí, responsables por sus palabras y actos.

El mismo evento que me hizo nacer en México, en donde a pesar del machismo, las niñas pueden ir a la escuela sin temer que les tiren gas por la ventana, tal como lo padecen las niñas en Irán, o deban cubrir cualquier parte de su cuerpo, sólo porque han internalizado que taparse nada tiene que ver con la instrucción de algún hombre.

Vivir en México supone coexistir con un machismo que no se avergüenza de mostrarse y es duro de combatir. Pero no es tan resistente como aquél que se esconde entre espejismos para simular que hace por el bienestar de la mujer, pero que en realidad le quita espacios, derechos y libertades.

Sé que seré criticada, incluso insultada. Pero la realidad nada tiene que ver con el deseo mío o de alguien más. No expreso fobias, pero sí una gran preocupación ante lo que considero una nueva manera de evitar la equidad necesaria para vivir en sociedad.

Creo injusto volver a encuadrar a la mujer a formas de expresión, a una manera de hablar, de vestir o de comportarse, este estereotipo se ha combatido ya y se hizo para darnos libertad. Y no estoy de acuerdo con que los espacios ganados, con tanto dolor y en tantos años, sean ahora utilizados para afirmar de facto que el sujeto de las leyes pro mujer no existe.

El feminismo ha demostrado que, aunque somos diferentes, mujeres y hombres somos personas, y que es en la ciudadanía donde hablamos de tener igualdad en derechos y obligaciones. Nuestra sociedad aún debe cambiar su pensamiento para que dentro del hogar se materialice la equidad, en los cuidados familiares, los trabajos y en las decisiones legales y económicas.

Aún falta que en los espacios laborales se reconozca la realidad de la maternidad y más aún la necesidad de adaptar esta realidad para evitar que la mujer sacrifique su deseo de ser madre, su conquista en la toma de decisiones o que le impidan romper los techos de cristal que aún existen.

Logramos demostrar que mirar con los ojos de la mujer aumenta la perspectiva, y, sin embargo, hoy nos enfrentamos que somos, una vez más, borradas de la realidad.

La mujer existe y en México la mayoría puede educarse, decidir, votar, enamorarse y está en el ejercicio de su libertad decidir cómo desea hacerlo. Por eso me rehúso a hablar en “lxs”, porque eso es negar que existe un sujeto último de la especie humana, vertebrado, mamífero, y en nuestro caso femenino, el cual requiere de recursos, especialmente en la atención de la Salud, en donde debería haber mayor presupuesto, dado a que ella tiene la posibilidad de embarazarse y dar a luz, por lo que su cuerpo requiere de atención médica diferenciada y en todas las etapas de su vida.

Como legisladora panista tengo como guía para actuar, el convenir y proceder en primer lugar, siempre, hacía el respeto de la persona, y por ello reconozco el reto que representa el derecho que tiene el Otro a expresarse en libertad en búsqueda de su felicidad.

En la universidad no es que no apoyara al feminismo, sino que no estaba de acuerdo con que le quitaran su razón de ser, la Mujer, y hoy, aunque puedo parecer políticamente incorrecta, me pasa igual.

 

Mariana Mancillas Cabrera es Diputada Federal por Nuevo León.

Twitter: @MarianaPANNL;

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