El Estado y la educación
Agosto 2023
Javier Brown César
El Estado es para la persona no la persona para el Estado. Esta tesis categórica define la esencia del humanismo político: la centralidad de la persona humana en la vida política, económica y social. La persona es el centro en torno al cual giran, como satélites, las diversas esferas de la actividad humana. El Estado no es una realidad natural, no forma parte del orden de las cosas que existen por sí mismas, es una invención humana. La filosofía aristotélico-tomista afirma que la ciudad o la república surgen de forma natural, ante la necesidad humana de organizarse en comunidad. De esta manera, el Estado no nace de un pacto o de un artificio similar: es una creación humana, una realidad histórica relativamente reciente. Los griegos desarrollaron la Polis, los romanos la República.
El concepto de Estado, aplicable a los entes colectivos encargados de las decisiones colectivamente vinculantes, aparece por vez primera en Maquiavelo, en el siglo XVI. Los Estados modernos se consolidaron y desarrollaron a partir de alianzas familiares, gracias al aporte que la imprenta tuvo para la difusión de las lenguas nacionales y a los derechos de nacimiento que definieron la ciudadanía (ius soli).
El Estado contemporáneo mexicano se expandió durante el siglo XX: actividades antes desarrolladas por la Iglesia fueron asimiladas gradualmente por el aparato estatal. De esta forma, el Estado devino mote pío, educador, hospicio y hospital. La educación vivió esta expansión sin igual después de la Revolución. La ampliación de la oferta educativa fue colosal en el tipo de educación básica. La oferta de educación primaria universal llegó al 100 por ciento, pero hoy en día, persisten rezagos importantes en educación inicial, especial, media superior y universitaria.
El sistema educativo mexicano refleja las desigualdades y contrastes de nuestro país: está concentrado en el centro del país y tiende a reproducir las desigualdades sociales, si no se aplican políticas compensatorias como bonos, becas, desayunos escolares o escuelas de tiempo completo. El crecimiento del sistema educativo estatal ha representado costos extraordinarios, así como sus pilares históricos, que son los libros de texto.
Para Acción Nacional, el Estado tiene un papel central en educación, pero nunca el monopolio y menos el control ideológico de los contenidos educativos. Desde los Principios de Doctrina de 1939 se afirmaron postulados fundamentales cuya vigencia es permanente. La primera afirmación se basa en la realidad de la libertad, que no es sólo un principio, sino esencialmente un atributo de la persona humana. Así, se afirma que “La libertad de investigación y de opinión científica o filosófica, como toda libertad de pensamiento, no puede ser constreñida por el Estado”. La ciencia es libre, porque se basa en la naturaleza inquisitiva del intelecto humano, atarla a restricciones equivale a destruir la inteligencia en sus cimientos.
Una segunda afirmación fundamental está vinculada con el principio de responsabilidad, notable término que expresa la habilidad de responder (responsa-habilidad) y que implica la dinámica del deber. Así: “Es deber del Estado, pero nunca monopolio suyo, procurar a todos los miembros de la comunidad una igual oportunidad de educación, asegurar por lo menos, una enseñanza elemental para todos, y promover el mejoramiento cultural en la Nación”. Esta afirmación es fundamental y es la base de la política educativa compensatoria, cuyo ideal es el bien común de la comunidad educativa: que nadie quede fuera de los beneficios de una educación de calidad.
A continuación, se afirma que “En el cumplimiento de este deber el Estado no puede convertirse en agente de propaganda sectaria o partidista”. Esta es una afirmación que echa por tierra las ideas falases sobre el PAN como un partido que promueve una determinada ideología. Acción Nacional ha defendido, desde su fundación, la neutralidad del Estado en términos ideológicos y el imperativo de que la educación forme para la libertad sin promover ideas o doctrinas particulares. Este principio fundamental se enarboló ante los intentos del gobierno de que en México la educación fuera socialista, tal como en algún momento sucedió.
La educación en todos sus niveles debe formar a los educandos en la libertad para pensar y decir, respetándose en todo momento el derecho de los padres para elegir sobre el tipo de educación que han de elegir para sus hijas e hijos. Los derechos a pensar y a decidir son sagrados, dimanan de lo más profundo de la persona humana y son expresiones plenas de su dignidad esencial.
Manuel Gómez Morin fue un firme defensor de la autonomía universitaria, la cual entendía en los siguientes términos: “La autonomía no es… un capricho. En su forma más alta de libertad de investigación y de crítica, resulta impuesta por la naturaleza misma de la Universidad, por el fin que a esta institución corresponde en la sociedad, por el carácter de su trabajo”. De ahí que las instituciones de educación superior no deben funcionar como aparatos ideológicos del Estado y menos aún como instituciones que garantizan la perpetuación de mafias académicas o para la transmisión acrítica de ideologías gastadas o de mitologías absurdas.
La gran tentación del Estado educador es monopolizar la educación, convirtiendo a la escuela en un aparato de transmisión de conocimientos orientados a ensalzar a partidos o grupos particulares. Desde su fundación, el Partido promovió un esquema de educación en el que el Estado asumía una función subsidiaria, no como gran educador sino como ente regulador que debía establecer requisitos mínimos con respecto al método, la extensión de la jornada escolar, la evaluación y los requisitos para otorgar grados o títulos.
En México, el Estado educador se llegó a convertir en un instrumento al servicio de la reproducción de los mitos revolucionarios, exaltándose un vacuo “patrioterismo” en lugar del auténtico patriotismo, y convirtiendo a la escuela en un instrumento de dominación estatal. La educación no puede ser el instrumento de mistificación social, su objetivo no es ofrecer mitos como si fueran verdades, sino preparar al intelecto para discernir entre mito y realidad. El modelo del Estado educador, que superamos con la educación de calidad y con nuevos modelos educativos, era un portentoso monstruo al servicio de la reproducción del sistema político, que no formaba para la libertad y que tampoco hizo realidad la igualdad de oportunidades para todos, el aseguramiento de la enseñanza elemental o el mejoramiento cultural de México.
La Proyección de Principios de Doctrina de 2002 dio un paso adelante al afirmar que: “Es responsabilidad del Estado, compartida con la sociedad, proveer a la población de servicios educativos de alta calidad, para lograr ciudadanos plenos. Que nadie quede fuera y que nadie sea excluido o segregado del disfrute de los bienes”. Y después se afirma “La educación integral infunde afecto y proximidad, forma en valores como la libertad, la paz, la vida en sociedad, la responsabilidad, la equidad de género, el respeto al medio ambiente, la solidaridad, la igualdad: expresiones humanas necesarias para construir una sociedad ordenada y generosa”. Estas son las tesis principales de Acción Nacional, un Partido que nació formando ciudadanía y cuyas fundadoras y fundadores fueron ilustres y respetados docentes e insignes patriotas.