La grandeza del Maquío
Diciembre 2023
Javier Brown César
Manuel Jesús Clouthier del Rincón, el “Maquío”, era grande en todos los sentidos. Maquío fue parte de la que podemos llamar la quinta generación de Acción Nacional, después de las décadas de Gómez Morin; la Católica; la de Christlieb; y la de González Morfín, González Hinojosa y Vicencio Tovar.
La década de los ochenta marcó la llegada del empresariado al PAN, después de al menos tres décadas de distanciamientos y desencuentros. El Maquío es la mayor expresión de esta nueva generación de empresarios, que algunos llamaron errónea y dolosamente neopanistas. Con respecto a este mote indebido Clouthier decía: “Mienten quienes opinan que los empresarios que militamos en el PAN deseamos unir el poder político con el poder económico para perjuicio de los sectores más desprotegidos… el término ´neopanismo´, no insulta a nadie… el neopanismo lo formamos todos los actuales militantes de Acción Nacional que nos renovamos permanentemente en la convicción, en la estrategia y la táctica de lucha”.
El Maquío entró a Acción Nacional no por apetito personal, sino por una preocupación fundamental: “Manuel, nuestro hijo, ha terminado con mención honorífica su carrera, ha sido un magnífico deportista y un buen hermano, pero sobre todo siento que ya casi no me necesita, porque es un hombre maduro y responsable. Me apena el México que le estamos dejando; una sociedad corrupta, un país quebrado que fue saqueado por los poderosos, un pueblo infantil producto de haber tolerado el paternalismo estatal”.
Clouthier pagó el alto costo que en ese entonces, y todavía ahora, pagan quienes tienen el valor de ser opositores: “El sistema ha tratado, a través de la Secretaría de Gobernación, de acabar con el prestigio que pueda tener: me han acusado de todo. De narcotraficante, ya me acusaron; de aprovechado, ya me acusaron; de que asesiné a mi hijo, ya me a acusaron; de traidor a la patria, ya me acusaron… De lo único que no me han acusado, y yo me pregunto por qué no me han acusado de eso, es de maricón”.
Maquío pagó un precio alto: tuvo que vender sus negocios. Como comentaba atinadamente: “Acá -en la oposición- no tienes más que puros golpes: represión, invasiones, la banca no te presta porque es oficial… Acá hay que nadar contra la corriente”. Y eso es lo que hizo nuestro candidato, nadó contra la corriente. Pero, ¿por qué eligió a Acción Nacional? Él mismo lo dice: “Estudié los documentos doctrinarios de los partidos mexicanos y me decidí por Acción Nacional. Me identifiqué con sus conceptos de persona, bien común, solidaridad, subsidiariedad, justicia social y democracia… Las ilusiones y los sueños comenzaron entonces a tomar cuerpo”.
Clouthier fue candidato a gobernador en Sinaloa en 1986 y luego candidato presidencial. A lo largo de su campaña fue capaz de encarnar la doctrina y llevarla directamente al pueblo, de quien hablaba de forma reiterada en sus discursos; el compendio de estos discursos se llama, elocuentemente, “Diálogos con el Pueblo”, del que extraemos esta tesis vital: “Es tarea del binomio PAN-pueblo, en donde al partido le toca ser el instrumento de movilización de todos los ciudadanos para conseguir comunitariamente los objetivos de democracia, justicia y libertad que nos hemos propuesto y que son los del pueblo mismo”.
Muchas son las frases memorables del gran Maquío, algunas leídas fuera de contexto, pero todas ellas apreciadas y valoradas por la posteridad. Como muestra basta un botón: “estamos tercamente empeñados en cambiar a México sin odio y sin violencia, y sin odio y sin violencia habrá que ganarles y hacernos respetar”. O: “un gran número de mexicanos dejamos de llorar el país que se frustró, el México que pudo haber sido y no es, para ocuparnos en la construcción del México que por su historia, su cultura, sus recursos, su posición geográfica y su gente puede y debe ser”.
Memorable es sin duda su defensa del diálogo y de la palabra, tan degradados hoy día: “Queremos un país pacífico y civilizado en el que la palabra goce de respeto y sustituya a la agresión física, a la influencia del que tiene poder económico y político para imponer, como única su voz, o como únicos, sus oídos… ¡Queremos que la palabra valga! Que valga, en primer lugar, la palabra del hombre ante sí mismo, es decir, la voz interior de la conciencia como norma suprema de la conducta… Queremos que valga la palabra escrita y sancionada que establece lo que es justo, que es el derecho, la ley que debe valer para todos, proteger a todos y organizar las libertades y los derechos de todos”.
Fue el Maquío quien primero habló de transformación, un término hoy día prostituido: “El momento nos demanda, nos exige, nos grita ¡apertura! para quienes vienen a solidarizarse en la trinchera de lucha. La gente nos pide trabajo. Triste sería para cualquier partido en este momento de la transformación masiva de los habitantes del país en zonas de la República, ponerlos a practicar el capillismo, el espíritu de secta o la protección de jardines pequeños. No se trata de esto, se trata de México, de conquistar el poder. Hay que abrir, flexibilizar estructuras, modernizar sistemas de trabajo, adaptar la organización a los tiempos, a los retos, a la nueva sociedad”.
Fue también el Maquío quien nos habló de esperanza e hizo que en México renaciera la esperanza: “hay que hacer renacer la confianza y la esperanza, y la confianza no se pide ni se exige: se da y se gana, y cuando yo vengo aquí y me meto y les hablo, es porque de alguna manera les estoy dando mi confianza y pretendo ganarme la suya, pero primero me entrego y después vendrá la suya. Si algo se ha rescatado en México en los últimos meses es la esperanza. La que tiene el pueblo en sus propias potencialidades. Es palpable la fe de los ciudadanos en las posibilidades de reconstruir la República. Esa esperanza y esa fe son el alma de las transformaciones que están ocurriendo en el país. ¡Ahí está el motor de los cambios!”.
Citemos un par de frases célebres: “La confianza, mis amigos, es un quehacer. Es como el amor, hay necesidad de hacerlo todos los días. La confianza no se exige ni se pide, se da y se gana”; “México va a cambiar sea conmigo, contra mí o a pesar de mí, aunque yo quisiera que fuera para el bien de todos y ya no solo de Alí Babá y sus 40 ladrones”.
El 1 de octubre de 1989, el Maquío y Javier Calvo Manrique fallecieron en un accidente automovilístico, en el tramo Cruz de Elota, cuando se dirigían para recibir al gobernador electo de Baja California, Ernesto Ruffo Appel y para participar en la campaña municipal de Humberto Rice. El último artículo de Clouthier, en El Universal, apareció un día después de su fallecimiento; aún en la muerte siguió hablándonos y desde luego, como mexicano inmortal, el Maquío nos sigue hablando y sigue vigente, sigue vivo, siempre vivo.
X: @JavierBrownC