Manuel Gómez Morin, el demócrata
Mayo 2022
Javier Brown César
“Alas y plomo hacen posible el vuelo”. Esta es la lógica del auténtico liderazgo humanista: el plomo que nos ata a la realidad, las alas que nos elevan a los altos ideales. Esta frase de Manuel Gómez Morin fue comentada por Abel Vicencio Tovar de la siguiente manera: “Ojalá pudiéramos hacer en nuestra vida un programa con estas palabras: alas y plomo”, podrá permitirnos levantar el vuelo: alas, la inteligencia buscando en las alturas horizontes lejanos, la inteligencia buscando en lo que no tiene peso ni cuerpo, los mejores pensamientos, la magnífica realización de las ideas generadoras de tantas cosas y de tantos mundos y de tantas vidas; plomo, porque aceptaremos también la responsabilidad de no resistir a esa fuerza de gravedad que nos clava en la tierra, que es donde tenemos que luchar, y si bien nuestra mirada seguirá siempre el vuelo del ave, las alas con el plomo de la realidad nos permitirán seguir trazando nuestro destino para bien de esta nación”.
Una de las grandes ideas que sólo se hacen posible en el vuelo del espíritu es la democracia, a la vez régimen e ideal, utopía y concreción vital vía leyes, instituciones y comportamientos. Manuel Gómez Morin enarboló la bandera democrática en su juventud temprana, cuando fundó, con otros seis sabios, la Sociedad de Conferencias y Conciertos, el 5 de septiembre de 1916. De esa época, en la que en América y en el resto del mundo no existía prácticamente la democracia, data la conferencia del fundador de Acción Nacional titulada “Las instituciones democráticas modernas”.
Gómez Morin fue un demócrata desde temprano en su vida hasta la última hora. Supo dialogar y argumentar, pero también perder, conceder y enmendar. De sobra es conocida su moción final ante la Primera Convención del PAN, celebrada en el Frontón México en 1939, cuando habiendo perdido la votación, ese memorable 17 de septiembre, para que el Partido no tuviera candidato propio, se levantó y pidió una moción que fue unánimemente aceptada: “Si ustedes lo aprueban, y yo pido que lo aprueben por unanimidad de votos, la Convención se clausurará diciendo que en tanto sea el general Almazán el hombre que reúna los deseos de renovación que el pueblo mexicano abriga, Acción Nacional lo apoyará con el resto de la nación, y en el momento que él deje de serlo, Acción Nacional le retirará su apoyo”.
Las propuestas legislativas presentadas por los primeros cuatro diputados federales de Acción Nacional buscaban mejorar la representación popular, fomentar la democracia participativa, crear un registro de electores confiable con una credencial para votar con fotografía y datos del elector, crear un tribunal independiente y garantizar la independencia y libertad del sufragio.
Las instituciones democráticas, que hemos heredado de griegos, ingleses y norteamericanos son frágiles, a veces laberínticas y sin duda costosas, porque las libertades, las instituciones eficaces, el equilibrio de poderes, la rendición de cuentas, el sufragio efectivo y la libertad de prensa conllevan costos que, no obstante, se traducen en beneficios tangibles.
Gómez Morin escribió una importante cantidad de artículos en La Nación, en las que aborda los ideales democráticos. En 1942 escribía: “Lo esencial de un régimen democrático consiste más aún que en la libertad de opinión, en la publicidad de los actos de los funcionarios públicos y de las instituciones que el Estado crea o que con él estén ligadas. Esa publicidad significa finalmente la garantía del interés común y es lo menos que el gobierno puede dar. En materia de pesos y centavos, además, lo mismo en cuestiones públicas que en cuestiones privadas, las cuentas, las cuentas claras, constituyen un mínimo elemental e indispensable de decoro y de cumplimiento del deber”.
Para el oriundo de Batopilas había que atender a “los puntos esenciales de la verdadera democracia –respeto a la dignidad de la persona humana, subordinación del Estado a la Nación, supremacía del Bien Común– y a crear aquellos organismos e instituciones que pudieran servir para garantía de esos principios sustanciales, y para volver compatible el funcionamiento democrático con la necesidad de una autoridad firme, permanente, responsable, apta, realizadora del Bien Común”.
Esta visión de la democracia va mucho más allá del paradigma liberal, que postula con satisfacción unánime que basta que en una nación se den elecciones libres sin derramamiento de sangre, que garanticen la alternancia en el poder, para que un régimen sea democrático: “hoy triunfa la pseudo-democracia que no se basa en “profundidad de cultura ni en enseñanzas Morales”. La democracia humanista es mucho más que elecciones, implica la subordinación ética de la autoridad a ideales superiores, su rendición incondicional a una ciudadanía a la que sirve y se ata.
La democracia humanista comulga con el paradigma republicano, ya que postula la activa participación de la ciudadanía en la vida pública, la adopción de deberes políticos irrenunciables y el compromiso con todo aquello que pasa más allá de la puerta de los hogares. La democracia supone a la vez “la auténtica y libre participación de la ciudadanía en la vida pública”.
La conquista de libertades plenas es un logro de la democracia moderna y un ideal desde Pericles: “En nuestras relaciones con el Estado vivimos como ciudadanos libres” decía el gran estratego en su Discurso fúnebre. Estas libertades hacen que la democracia, como régimen, sea la mejor alternativa para el logro del pleno desarrollo de cada persona, ideal superior del humanismo político.
Gómez Morin reinterpreta el ideal griego de la isonomía (la igualdad de todos ante la ley) al postular que “democracia significa igualdad ciudadana, gobernar para todos”. Y precisamente en esta igualdad se garantizan aquellas “libertades de todos los mexicanos que deben ser inviolables: protección a la vida humana en primer término, libertades políticas y de pensamiento, de creencias y de prensa”.
La defensa de la democracia liberal es ciertamente una defensa de las libertades que lleva anejas, pero la democracia humanista va más allá: convierte al régimen en un instrumento al servicio de cada persona. Es por ello que para el fundador del PAN el principio superior de la dignidad de la persona es la “substancia de los ideales democráticos”.
Este es el régimen por el que vale luchar y dar la vida, un régimen para el que la dignidad de cada persona es un absoluto irrebasable, un régimen en el que se hace valer el gran ideal humanista: “Si el bien común atentara contra el fin trascendente de una sola persona, dejaría de ser bien y dejaría de ser común”.
Twitter: @JavierBrownC