Manuel Gómez Morin y las situaciones límite
Octubre 2024
Javier Brown César
En la vida de las personas hay situaciones que demandan esfuerzos francamente sobrehumanos, para hacerles frente con relativo éxito. La vivencia de momentos de dolor extremo, el luto inesperado, la desesperanza o el sufrimiento inmerecido conforman ese tipo de momentos en la vida, a los que Karl Jaspers llamó situaciones límite.
De manera similar, en la “vida” de las instituciones se presentan esos momentos que, en seguimiento a Martin Heidegger podríamos llamar quiebres: una repentina cesura en la trama histórica que marcan un antes y un después definitivos. Las situaciones límite ponen a prueba la capacidad, los talentos y el talante de las personas: entre más grande el reto que hay que superar mayores las virtudes que se ponen en práctica para superarlo.
La vida de Gómez Morin estuvo marcada por varias situaciones extremas, que lo obligaron a realizar esfuerzos considerables para superar los retos inmensos que se le presentaban a cada momento. Ni duda cabe que el primer gran reto que tuvo que enfrentar don Manuel, fue la salida de su natal Batopilas en el año de 1901 acompañado de su madre, viajando a lo largo de la inmensa sierra Rarámuri para llegar a Mineral del Parral. Una hazaña portentosa que implicó asumir riesgos descomunales en medio de una naturaleza imponente e inmensa.
El fundador de Acción Nacional enfrentó muchas situaciones límite a lo largo de su intensa vida: la pérdida temprana del padre, la hazaña de recorrer el país para finalmente llegar a la Ciudad de México en 1913 en pleno fervor revolucionario, la renuncia al Banco de México y muchas más. Basten sólo algunos ejemplos representativos.
En 1922, el joven abogado de 25 años, viajó a Nueva York en calidad de agente financiero del gobierno de México. A raíz del nombramiento para tan importante encomienda, fue que renunció como subsecretario de Hacienda. Como relata Tere Gómez Mont: “le fueron otorgadas amplias facultades para tomar todo tipo de decisiones; sin embargo, meses más tarde sería desacreditado”. En una carta a Salvador Urbina de febrero de 1922 Gómez Morin se expresaba de la siguiente manera: “Los mensajes llegan mutilados, las informaciones que recibo por diversos conductos y antes de obrar necesito saber exactamente lo que se desea”.
El momento de quiebre llegó con la presentación del Plan Lamont: “nuestro hombre en Nueva York acudió a verlo. Lamont estaba sentado detrás de un gran escritorio. Ambos mantenían relaciones cordiales. Gómez Morin le habló de un ultimátum que transmitía por parte del gobierno para que presentase su plan inmediato, de acuerdo con el espíritu del convenio del 3 de septiembre. Lamont escuchó. Lentamente echó hacia atrás su silla giratoria y sacó del cajón central un paquete. Eran todos los telegramas cruzados entre Gómez Morin y [Adolfo] De La Huerta, perfectamente descifrados. Lamont le pidió que se retirara inmediatamente de su oficina, le dijo “es usted un chantajista”.
Como relata Gómez Mont: “para don Manuel éste debe de haber sido un momento tremendo. No sólo era el hecho de que habían estado espiando toda su correspondencia y conocían perfectamente cada uno de sus pasos. Era la prepotencia, la humillación, como si el que hubiera estado mal fuera el mismo Gómez Morin, no quienes violaban arbitrariamente documentos oficiales del gobierno mexicano y su representante financiero”. Este es sólo un ejemplo significativo de una experiencia que llevó al límite al joven abogado. El resultado de su misión en Nueva York no pudo haber sido más frustrante.
La Matanza de Huitzilac del 3 de octubre de 1927 fue un importante detonante de lo que al parecer fue otra situación límite que llevó a Gómez Morin a escribir una carta de inmenso valor histórico, recuperada por el historiador Enrique Krauze. Esta carta, dirigida a un Amigo, es un documento de primera importancia del que sólo podemos destacar algunos párrafos notables:
“Traicionada en su destino político. Hace apenas 60 años, México tenía una posición respetable en la política mundial no obstante sus luchas internas. Un papel de primera importancia en el continente, un porvenir en el Pacífico. Todo lo va perdiendo…
“Traicionada en su economía, que día en día va perteneciéndole menos y va siendo más débilmente autónoma. Traicionada en los afanes del pueblo, que ha sido cínicamente engañado con un malabarismo de palabras revolucionarias; que después de pelear y sufrir, ve escamoteas las promesas de mejoramiento de libertad, y se encuentra con una miseria cada día creciente, con una tiranía cada vez mayor y con una corrupción que no tiene límites…
“Durante 10 años se hace al país sufrir las consecuencias de una lucha para nacionalizar los recursos naturales y se acaba por claudicar y entregar sus recursos, asegurando que ha llegado la hora del tiempo completo de la nacionalización proclamada…
“Es atroz pensar en tanto engaño, en tanta violencia. Lo que ahora ha sucedido parece horroroso por el momento y por las personas; pero hace 18 años que no se da día sin un asesinato, sin un atentado contra los hombres, contra los ideales…
“Desde acá [España], México es algo oscuro y sangriento… la tierra y el cielo se juntaban en una densa oscuridad que los relámpagos mismos no podían atravesar. El alma se ensombrecía también y no quedaba un sólo punto de luz. Noches enteras en las que se perdía la esperanza de la aurora.
“No puedo escribirle más, a fuerza de pensar en estas cosas, me duele el pensamiento cuando pienso. Pronto lo veré allá. Mientras más malas son las noticias de México, mayor es mi deseo de volver. Tengo como remordimiento de estar acá cuando allá sufren. Esta paz, esta civilización, no son ya un reposo sin una causa de mala pasión y de amargura. Mi México, mi pobre México. Hasta muy pronto. Manuel”.