Presidenciales en Francia
Abril 2022
Julio Faesler Carlisle
Las actuales elecciones en Francia nos interesan, ya que son indicadores de la actitud popular que reina en ese país al ser un termómetro de la democracia como un instrumento efectivo del bienestar socioeconómico general.
Ahí el sistema para elegir al presidente de la República consiste en que, si ningún contendiente alcanza una mayoría suficiente en una primera ronda, se completa el proceso en una segunda vuelta entre los dos finalistas para definir al ganador.
El pasado 10 de abril, 12 candidatos contendieron ante 49 millones de franceses en la primera vuelta, resultando con más votación el presidente en funciones Emmanuel Macron que obtuvo el 27.85 por ciento y la señora Marine Le Pen con el 23.15 por ciento de los votos. El 24 del mes actual habrán de enfrentarse en la justa definitiva.
Con cinco años en el Eliseo, Macron y su partido “EnMarcha!”, han unido centro-izquierda con centro-derecha. Entre sus promesas de campaña ofrece lograr el empleo pleno en cinco años, subir la edad de retiro de 62 a 65 años, para ello, está reduciendo los impuestos de las personas físicas y morales. En realidad, empero, la subida en el costo de la vida le ha restado apoyo en su popularidad para reelegirse.
La señora Marine Le Pen de 53 años, madre soltera y amante de los gatos, hereda de su padre, Jean Marie Le Pen, el partido “Frente Nacional”. Es reconocida como campeona de la derecha extrema. Esta será la tercera vez que busque la presidencia de Francia.
Con “Francia Primero” por lema, que nos recuerda el America First de Trump, Marine señala la creciente presencia árabe que está alterando el equilibrio social; quiere prohibir el uso del hijab (el velo) islámico en los lugares públicos, propone un referéndum para restringir los beneficios sociales para la inmigración en lo que se refiere a vivienda, empleos y salud.
Marine Le Pen propone cambios radicales en la ONU y cambios fiscales para toda la Unión Europea. En realidad, está en contra de la Unión y de la OTAN. Ya en campaña ha suavizado sus posiciones extremas como la de separarse de la Unión Europea y aunque no omite su admiración por Vladimir Putin, a quien ha visitado en varias ocasiones, inclusive en este año. No hay que olvidar que su partido sigue pagando un préstamo ruso. De ganar, cambiaría alianzas internacionales empezando por las europeas, incluyendo sus compromisos con la OTAN y los nucleares.
El contraste con la eurovisión de Emmanuel Macron es claro. Se ha constituido como el líder de la Unión Europea, ha estado entrevistándose en diversas ocasiones con Zelensky y con Putin en busca del diálogo y la paz, e inclusive ha proporcionado ayuda importante en dinero y armas a Ucrania.
La inflación en Francia alcanzó a principios de este año un 4.5 por ciento, en comparación con la norteamericana que es de 8.5, la más alta en los últimos 40 años. La pérdida del poder adquisitivo son los temas que dominan. Suben los costos de las empresas por el alza de salarios y se sufre la escasez de oportunidades de trabajo y la carestía en los precios del petróleo y energía.
Tanto Macron como Le Pen han debido suavizar sus posiciones. El presidente reúne a los moderados de los partidos, mientras que Le Pen dejó de alarmar a los conservadores. Los candidatos de izquierda, incluyendo a la socialista Ana Hidalgo, alcaldesa de París, apoyan a Macron para impedir el triunfo de la derecha extrema.
Drásticamente reducida la importancia de muchos partidos, algunos ven el fin de estilos políticos tradicionales, lo que explica una abstención del 25.1 por ciento, mayor que la de 22.2 en 2017, aunque el debate del 20 de abril y la expectativa de una muy cerrada votación del 24 de abril aliente la participación.
En la actual coyuntura francesa se confrontan el sistema de democracia con tintes sociales de Macron al de la propuesta del duro nacionalismo radical de derecha que postula Marine Le Pen.
Las muchas facetas que forran el proceso electoral francés son de interés para nosotros. Las contrastadas posiciones de Macron y Le Pen sintetizan los dilemas políticos que se dan en escenarios de situaciones demográficas descontroladas y necesidades socioeconómicas desatendidas. Frente a las necesidades populares los defensores de la democracia tienen que saber ser agentes de progreso. Se suele presumir progreso y justicia con estadísticas.
Por eso el debate electoral francés es interesante. Su electorado no quiere ni extremismos ni tolerancias injustas.
Nuestro país, clasificado internacionalmente como deficiente en democracia, sufre la gradual centralización de decisiones del gobierno que alega liberar al país de los abusos de la derecha empresarial.
Andrés Manuel López Obrador acaba de declarar su intención de usar la fuerza de la institución presidencial para asegurar la permanencia del régimen centralista y autoritario en que intenta transformar al país.
La institución presidencial sustentaría tal plan. En contraste, la democracia francesa descansa en una Asamblea Nacional sólida, capaz de encauzar al gobierno encomendado al presidente.
En nuestro país, mientras que López Obrador utiliza todos los poderes, incluso los “metaconstitucionales” para realizar sus propósitos, nosotros hemos definitivamente desperdiciado el poder que nos da el Legislativo. Aprendamos de los ejemplos que nos la experiencia de la democracia de otros países.