Temí por la demócrata Baja California: Ruffo Appel

Marzo 2016

Sergio Rodriguez

La Nación

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Esa tarde-noche del 23 de marzo de 1994 todo es incertidumbre en el Hospital General de Tijuana, donde han trasladado al candidato priista luego de que, en un evento proselitista en Lomas Taurinas, recibiera dos impactos de bala, uno de ellos le perforó la cabeza. Se escuchan, en medio del caos, muchas voces, unos dicen que aún está vivo, que ya han capturado al responsable, que dicho ataque -quizás- no ha sido por casualidad. Más tarde, Líebano Sáenz, en ese entonces Secretario de Información y Propaganda de la campaña, al confirmar la noticia afirma que “el Señor Presidente de la República y su familia han estado muy cerca de la familia Colosio. No tenemos más que informar”.

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El que sí se manifestó fue Carlos Castillo Peraza, quién como Presidente del PAN (1993-1996) llamó a la calma ante lo que describió como “la tentación autoritaria”. “Acción Nacional va a suspender su campaña presidencial (de Diego Fernández de Cevallos). Por respeto al dolor de la familia Colosio. Por sentido de equidad y responsabilidad política, por luto” y continuó “Por México, cuyo esfuerzo político abre caminos de esperanza democrática. No hay que decir, no escribir más”, dio a conocer en el diario Reforma.

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 “Durante las horas posteriores del atentado, temí, no por mi imagen, sino por la democráticamente Baja California”, comparte en exclusiva el hoy senador Ernesto Ruffo Appel a La Nación. El primer gobernador estatal de oposición en México (1989-1995) explica que, en aquel entonces, entró en conflicto con el entonces mandatario Carlos Salinas de Gortari, sobre todo por saber quién llevaría a cabo las averiguaciones. De su lado, apunta Ruffo, le asistía, por ley, ser Ministerio Público, mientras que del lado del Gobierno federal le correspondía “la facultad de atracción” por haberse utilizado una arma de “las prohibidas”. “Había la posibilidad de que nos incriminaran, por lo que me dediqué a recaudar la mayor información posible para ponerla a disposición del Procurador General de la República, en aquel tiempo Diego Valadez. Esa acción, de parte mía, fue la que finalmente aclaró la parte de la acción del Gobierno de Baja California”, sostuvo. Pero va más allá. Comenta que no le agradó la designación de Antonio Lozano Gracia al frente de la PGR durante la administración de Ernesto Zedillo, hecho que significó, primera ocasión en la historia política reciente, que un Presidente de un partido elegía a un funcionario perteneciente a la oposición. “Fue una medida de cálculo político presidencial adecuada, desde el punto de Zedillo nos hacían el juez en algo que, para mí, desde aquellos momentos era muy difícil de resolver”. El Senador afirma que no se puede concebir a Luis Donado Colosio sin entender la división del “otrora partido hegemónico, el PRI, porque él despertó una gran expectativa en un gran número de mexicanos”. ¿Qué aprendió la clase política con el atentado y con el fallecimiento de Luis Donado Colosio? Le cuestiona este reportero. “La clase política, hasta esa fecha, 23 de marzo de 1994, resolvió ese asunto al viejo estilo: mátalo antes de que llegue porque nos va a hacer daño”.   Gobiernos arropan al crimen organizado En el marco de los procesos electorales de este año, en los cuales se renovarán 12 gubernaturas, Ruffo Appel tiene claro que “el gobierno mexicano, en sus tres niveles de gobierno, no es efectivo en el blindaje de candidatos contra el crimen organizado” y el efecto es la cantidad de funcionarios públicos muertos. De acuerdo con cifras de la Asociación Nacional de Alcaldes (ANAC), de 2006 a 2016 cerca de 75 funcionarios públicos, entre ellos Presidentes Municipales, han fallecido. “Esto es una opinión personal, pero que viene de mi experiencia: el crimen organizado está organizado sí por funcionarios y exfuncionarios del nivel que sea, lo que realmente sostiene y opera y mantiene en contubernio el crimen organizado son individuos dentro de los mismos gobiernos”. Finalmente, calificó la propuesta del presidente Enrique Peña Nieto en torno al mando único como una “mascarada de las perversas maneras de cómo maneja el PRI los temas públicos”.