Un debate histórico
Diciembre 2022
Javier Brown César
El día: jueves 29 de agosto de 1946. El lugar: la Cámara de Diputados constituida en Colegio Electoral. Ese día y ante ese foro don Manuel Gómez Morin defendió su caso ante la posibilidad de anular la elección en el Distrito II de Chihuahua, con cabecera en Parral.
Esperamos que quienes lean estas líneas nos disculpen por transcribir textos tan amplios. La justificación es simple: el debate histórico que consignamos arroja luz sobre las raíces del fundador de Acción Nacional, sobre los cuestionamientos acerca de su supuesto conservadurismo y sobre las razones de ser del PAN.
El fundador de Acción Nacional fue cuestionado acerca de su nacionalidad y en esa histórica sesión proporcionó datos precisos y preciosos sobre sus orígenes y sobre la personalidad de su padre fallecido cuando el pequeño no cumplía todavía un año de edad: “Mi padre llegó a México de catorce años; era uno de aquellos emigrados de España, emigrados de Castilla, que desde siglos antes venía desangrándose para crear aquí nuevas y pujantes nacionalidades. Llegó de catorce años y un poco antes de cumplir los veintitrés, se casó en México. Se casó con mi madre en Parral. Los dos fueron a establecer su hogar en ese pequeño pueblo de Batopilas, en las entrañas de la Tarahumara. Mi padre adquirió bienes en Batopilas, y allí tuvo un hijo, que desde al nacer y hasta su muerte ha sido y será mexicano…”.
Gómez Morin fue arteramente cuestionado sobre su procedencia y nacionalidad, y con elegancia natural respondió acerca de sus raíces: “es una dicha poder recordar con tanto gusto a los padres conocidos y no proceder de padres ignorados; sentirse con ellos atado al pasado para poder mejor proyectarse hacia el futuro, y estar siempre velado por su sombra tutelar”.
Otro ataque vertido sobre el oriundo de Batopilas fue cuando se le equiparó con el político conservador Antonio Cánovas del Castillo, quien había dicho que “de todos los amores el más desdichado para el hombre de bien, era el amor a la política”. Y en debate se afirmó con dolo: “el amor de Gómez Morin a la política es el más desdichado, pero él es el culpable”. La respuesta fue certera y directa: “Amor a la política”, mi “infortunado amor a la política”, decía el señor licenciado Santoyo. No señor licenciado Santoyo, aseguro a usted que no es amor a la política, es amor a México. Es amor a México donde mis hijos tendrán que vivir con los hijos de ustedes si los tienen, así lo espero, con todos los jóvenes mexicanos que están cada vez más ansiosos de que les demos una vida decorosa, abundante, limpia, libre; si estoy aquí, si desde hace siete años he considerado de mi deber intervenir en la política, es exclusivamente por eso, porque creo que la política es una obligación; porque creo que nadie debe desertar del deber político; porque creo que sólo se pondrá México en el camino auténtico de su salvación cuando todos entiendan la política como un deber sagrado de servicio y de limpieza. No es amor a la política, es amor a México”.
El paralelismo con Cánovas fue motivo de una réplica directa y fulminante: “Necesitamos, como parte de la obra de saneamiento de la vida pública de México, a todos nos importa y a la Nación también, empezar por limpiar desde nuestro léxico. ¡Conservador! Lo malo no es ser conservador; lo malo es lo que se quiere conservar, si es malo. Si lo que se quiere conservar es bueno, gran honor es ser conservador. ¡Revolucionario! Lo bueno o lo malo no es ser revolucionario; lo malo o lo bueno, estriba en los propósitos que se tengan al desear ardiente y aun violentamente, un cambio de la situación que prevalezca. En todos casos, lo importante no es la posición subjetiva; lo importante es la meta, el ideal que se persigue; es el blanco hacia el cual se proyectan la voluntad y la acción”.
“Conservador, en el sentido denigrante que le ha dado nuestra dura vida pública, es un calificativo que no me hiere, pero que no acepto. No quiero conservar nada que no merezca ser conservado. ¡Y desgraciadamente, hay tantas cosas en México: la miseria, la ignorancia, la opresión, la falsedad, la mentira, la mordida, que no deben ser conservadas! Desde este punto de vista de todo lo que debemos eliminar de la vida pública de México, ¡no soy conservador! No lo puedo admitir jamás. Soy, y eso me ha impulsado a entrar a la vida pública de mi país, un ardiente revolucionario de verdad, revolucionario de todo lo actual que es indebido y que debe desaparecer de México. Conservador de los valores substanciales en los que se basan nuestro valer y nuestra dignidad; conservador de las tradiciones que son la espina dorsal de nuestro ser colectivo; conservador de los principios sin los cuales no es posible explicar ni la sociedad ni el derecho. En ese concepto, soy conservador, y ardiente conservador”.
El PAN no nació como un partido político conservador, su origen se nutre de un auténtico deseo de cambio de la vida pública, de limpieza y transparencia en la administración de los asuntos que competen a todas y todos. Nadie mejor que nuestro fundador para dar claridad sobre el sentido de Acción Nacional: “Si hay alguna posibilidad de que logremos todos cambiar el tono de la vida pública de México, esa posibilidad debe fundarse elementalmente en un deseo de inteligencia. Es posible entablar diálogo, cuando los dos interlocutores hablan el mismo idioma; cuando siquiera se reconocen mutuamente la existencia. El diálogo se vuelve imposible cuando los interlocutores hablan idiomas distintos y más aún cuando están en dos planos diferentes, dos planos en los que nunca llegan a encontrarse”.
Ya desde la década primera Acción Nacional fue motivo de sorna y ataques reiterados, todos basados en falsos prejuicios, ante los que el fundador dijo claramente, aquel histórico 29 de agosto de 1946: “Acción Nacional” es una cosa distinta; “Acción Nacional” es un movimiento de mexicanos usando de su derecho y más que usando su derecho, esforzándose por cumplir con su deber, para ver si es posible lograr que haya en México un positivo renacimiento de la ciudadanía, base única en la que puede fincarse la vida limpia, suficiente y libre de una nación”.
“Acción Nacional” quiere que haya responsabilidad en la vida pública, que quienes manejan los dineros y los asuntos - más importantes que los dineros de la nación-, rindan cuentas de su manejo; y lo podemos obtener a condición, a condición de que esta Representación sea representación genuina del pueblo; de que quienes están aquí, no deban su permanencia en esta Asamblea al favor de un compadre o un amigo, sino al voto auténtico y verdadero del pueblo”. “Acción Nacional” quiere que haya una ciudadanía, y lo podemos lograr en el momento en que cada ciudadano mexicano sienta que ese acto mínimo de depositar el voto tiene para él la importancia capital de un sacramento, porque en el acto mismo de depositar el voto, está dando la orientación que, conforme a sus mejores designios, quiere poner en la vida de la patria. ¡Esto es “Acción Nacional”! No la ridícula figura que se ha tratado hacer de ella.