El PAN: renovarse o…
Septiembre 2024
Ángel Martínez Hernández
El liderazgo del presidente en un partido político es crucial para su éxito y permanencia. La visión de Manuel Gómez Morin en los primeros 10 años del Partido Acción Nacional fue clave para consolidar los principios y la cultura del partido que le acompañó por muchos años. Sin embargo, el Partido enfrenta ahora, más que antes, el reto de incidir en un entorno político orientado irreflexivamente al autoritarismo.
Desde su fundación, el PAN fue concebido como una escuela de ciudadanos, en donde la democracia, el bien común y la integridad guiaban sus acciones. La frase “subordinar la anécdota al destino” reflejaba su compromiso de largo plazo. Casi sin darnos cuenta, nuestro Partido fue conquistando voluntades, primero, y espacios de poder político, después. El enorme sacrificio de millones de personas que nos antecedieron condujo a la presidencia al PAN. Dos buenos gobiernos, carentes de políticas de comunicación adecuadas y de experiencia política para capitalizar sus logros, nos devolvieron a la oposición.
En ese tránsito, el PAN conoció las paradojas y tentaciones del poder. Aunque aún se mantiene como la primera fuerza opositora, la crisis cultural e institucional al interior es evidente. La democracia interna ha sido sustituida por métodos extraordinarios que debilitan la participación del militante. Los principios, condensados en frases, que dieron origen al Partido se han ido diluyendo, el crecimiento del padrón es, en gran parte, artificial.
El Partido necesita renovar su compromiso con la ciudadanía, formar nuevos liderazgos y revitalizar su vida interna. El próximo presidente del PAN tendrá que enfrentar grandes retos y dilemas. El primero, revertir la percepción de que todo está perdido. Atraer jóvenes y mujeres. Reafirmar su compromiso con la militancia actual. Sin una base activa fuerte, el PAN no tiene viabilidad.
Un dilema será decidir entre regresar al partido de cuadros, enfocado en formar líderes fuertes y congruentes, o un partido de masas, aglutinado en una causa común emergente. Por otra parte, el PAN deberá conciliar su doctrina con la realidad política actual. México ya no es el país en el que se fundó el Partido. Será necesario descubrir nuevas formas de transmitir sus valores, sin ceder en los principios.
Otro dilema será enfrentarse a los cacicazgos que han ido ganando espacio en las rutinas y la lógica de funcionamiento partidista. Combatirlos generará conflictos internos, pero sin ese conflicto no ocurrirá cambio, ni renovación: la democracia interna seguirá erosionándose y el surgimiento de más liderazgos seguirá complicándose.
Por último, el PAN debe reflexionar sobre sus alianzas: ¿seguir formando coaliciones con otros partidos o construir puentes con la sociedad civil? Abrirse definitiva y estratégicamente o buscar consensos políticos electorales.
El futuro del PAN depende de su capacidad para resolver estos dilemas. El próximo presidente deberá comprender profundamente la historia y valores del partido, pero también deberá contar con la capacidad para navegar en la tormenta. La lucha por la democracia interna, el fortalecimiento de la institucionalidad partidista, la recuperación de una cultura partidista no son simples asuntos de funcionamiento, son lucha por el alma del PAN y su relevancia en la vida de México. Son lucha por nuestra nación.