Sobre los resultados electorales en España
Mayo 2019
Maricarmen Rizo
Por Fernando Rodríguez Doval. Decía Carlos Castillo Peraza que un partido político es la expresión electoral de una cultura, es decir, de una manera de ver al mundo, a la sociedad, al hombre e incluso a Dios. Por supuesto que hay partidos que simplemente son plataformas personalistas al servicio de un caudillo, pero incluso esos partidos intentan colorear su ambición a través de un programa y un ideario. Esta reflexión viene a cuento después de los resultados de las recientes elecciones generales en España, en donde ganó el candidato socialista Pedro Sánchez y los votos del centro-derecha, que sumados fueron más que los de la izquierda, se dividieron entre tres partidos diferentes: el Partido Popular, Ciudadanos y Vox. Durante décadas, la izquierda española ha dado preeminencia a la batalla cultural. En la más pura lógica gramsciana, la izquierda en España ha buscado ocupar todos los espacios posibles en el mundo artístico, universitario, educativo y en los medios de comunicación para imponer su forma de ver el mundo a la mayor cantidad de personas. Algo parecido han hecho los nacionalismos vasco y catalán. Llama la atención, por ejemplo, que a finales de los años setenta una ridícula minoría en Cataluña deseaba la independencia; hoy, ya son prácticamente la mitad de los ciudadanos. ¿A qué se debió esto? Básicamente, al adoctrinamiento que los nacionalistas han hecho a través de la televisión y la escuela. No es casualidad que las nuevas generaciones sean mucho más independentistas que las de sus padres y abuelos. Mientras tanto, la derecha española, representada históricamente por el Partido Popular, se dedicó únicamente a hablar de variables macroeconómicas. Cuando estuvo en el gobierno con José María Aznar y Mariano Rajoy se vio obligada a arreglar la desastrosa situación en materia de empleo y las crisis financieras que le heredaron los gobiernos socialistas, primero con Felipe González y después con José Luis Rodríguez Zapatero. El Partido Popular fue un buen gestor económico, pero en materia cultural jamás cuestionó un solo dogma de los que impuso la izquierda en lo relativo a la historia de España –en particular la guerra civil—, la configuración territorial del Estado, la bioética, la familia, la educación o los valores en general. Así, poco a poco se fue conformando en España una especie de pensamiento único, una visión “políticamente correcta” del mundo y de la sociedad, que no era otra cosa que marxismo cultural. Todo aquel que se atreviera a disentir de esta visión progre inmediatamente era estigmatizado como “facha”, neologismo español que proviene de la abreviación de “fascista”. En 2011, Mariano Rajoy del Partido Popular fue electo presidente de gobierno con una amplísima mayoría absoluta en ambas cámaras. En paralelo, su partido gobernaba en la mayoría de las comunidades autónomas y de los municipios españoles. A pesar de acumular tanto poder, obtenido de forma democrática, Rajoy no echó para atrás ninguna de las leyes socialistas de ingeniería social y sectarismo político que habían sido impuestas en medio de una enorme polémica y división. Tampoco confrontó discursivamente a los socialistas ni elaboró una narrativa de gobierno propia de un partido liberal-conservador de inspiración humanista cristiana. Incluso invitó a los miembros de su partido que pensaban que sí tenía que darse esta lucha ideológica a que abandonaran el mismo. Dejó que los nacionalistas catalanes hicieran y deshicieran a su antojo, hasta que le explotó en sus narices el cohete de la declaración unilateral de independencia en octubre de 2017. Por eso no es casualidad que hayan emergido con fuerza a nivel nacional tanto Ciudadanos como Vox. Los primeros levantaron sin complejos la defensa de la unidad de España en territorio catalán y lograron que millones de españoles se les unieran simbólicamente con banderas rojigualdas en sus balcones. Los segundos han decidido confrontar con decisión y sin miedo los dogmas de la izquierda y de la corrección política. Hoy el centro-derecha en España está dividido en tres opciones como consecuencia del vaciamiento ideológico del Partido Popular. Si ese espacio político logra reconfigurarse a partir de una resuelta convicción de que la batalla política es, ante todo, una batalla cultural, tendrá muchas opciones de regresar al poder no solamente para arreglar el desastre económico que seguramente volverán a dejar los socialistas, sino también para impulsar una agenda de principios y valores con la que se identifican de manera silenciosa la mayoría de los españoles. De no hacerlo así, la derecha simplemente seguirá bailando al ritmo que la izquierda le imponga. Fernando Rodríguez Doval es Secretario de Estudios y Análisis Estratégico del CEN del PAN. Twitter: @ferdoval